domingo. 15.06.2025

Minuetto: Un viaje musical inolvidable que hizo del arte una liturgia en la iglesia de Petín

La música trascendió lo estético para convertirse en algo casi espiritual, una ceremonia reverente capaz de conmover, unir y transformar al público que llenaba el templo

Hay tardes en las que la música deja de ser simple arte para convertirse en experiencia. La actuación del grupo Minuetto, este 7 de junio, en la iglesia de Santiago Apóstol de Petín, fue precisamente eso: una vivencia inolvidable, íntima y deslumbrante. Un templo abarrotado de público, como si se tratara de las fiestas patronales, fue el mejor indicador de que algo especial estaba a punto de suceder. Y sucedió.

Presentado por David Esmerodes, uno de los organizadores del evento junto con Amacio Díaz, concelleiro de Cultura de Petín, el concierto fue una delicada fusión entre lo clásico y lo contemporáneo, un diálogo entre siglos que atrapó el alma del público. Como explicó Esmerodes al inicio: «Pois para a organización o evento foi unha verdadeira maravilla, estamos encantados». Y la emoción se notaba no solo en sus palabras, sino en el ambiente. Añadía con gratitud: «A xente respondeu, Valdeorras, Aspetín, responderon enchendo a igrexa».

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los integrantes de Minuetto junto a los organizadores, David y Amancio (en el centro de la imágen)

Minuetto, cuarteto de cuerda con una sólida trayectoria en escenarios de renombre —"onte tocaron en Portugal e entre o público estaba o presidente de Portugal", contó Esmerodes—, ofreció un repertorio que fue un viaje a través del tiempo y los sentimientos, sostenido por una ejecución impecable y una presencia escénica cercana, sensible y elegante.

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Agradeciendo al público los aplausos después de una de las piezas

Un repertorio tejido con hilos de emoción

La velada comenzó con “Ave María”, ese himno atemporal que resuena en las piedras de cualquier iglesia como un suspiro celestial. Le siguió la fuerza vibrante del “Invierno” de Las Cuatro Estaciones de Vivaldi, que en manos de Minuetto se convirtió en una danza delicada entre el hielo y la pasión.

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La solemnidad del Canon en re menor, la intensidad melancólica del Adagio de Bach y la majestuosidad barroca de Water Music de Händel colocaron al público en un estado de recogimiento y admiración, intensificado por la excelente acústica del templo, que pareció diseñado para envolver cada nota en reverberaciones de eternidad.

Pero Minuetto no se detuvo ahí. Tras este bloque de exquisitez clásica, llegó el turno de la emoción cinematográfica: “Cinema Paradiso” emocionó a los asistentes con su nostalgia y belleza. El repertorio dio un giro hacia lo popular con “Tu gitana” de Luar na Lubre, seguida por una evocación tanguera: “El día que me quieras” y “Por una cabeza” de Carlos Gardel, donde la cuerda se convirtió en bandoneón y Buenos Aires pareció hacerse presente en Petín.

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Como si todo esto no bastara, el grupo siguió hilando maravillas: la delicadeza de “Moon River”, la luz de “Here Comes the Sun” de The Beatles y la melancolía de “Yesterday” fueron interpretadas con un respeto reverente y una frescura sorprendente.

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Y aún había más: el ritmo inesperado de “Billie Jean” de Michael Jackson, con arreglos tan sutiles como brillantes, y la épica contenida de “Bohemian Rhapsody” de Queen, ejecutada en su versión más suave, como una plegaria pop. El broche final fue un estallido de alegría con “Viva la vida” de Coldplay, que arrancó sonrisas cómplices y algún que otro aplauso espontáneo entre tema y tema.

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Una comunión perfecta entre música y comunidad

«Os músicos excelentes, o repertorio maravilloso, a execución inmaculada», continuaba Esmerodes al final del concierto. «E ademais como persoas encantadores, eles levantan tamén unha gran impresión». Y es que más allá del virtuosismo técnico, lo que ocurrió en Petín fue un acto de comunión emocional entre intérpretes y oyentes, entre pasado y presente, entre cultura y territorio.

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Esmerodes presentando al cuarteto musical

«Foi un momento moi especial, para min encheo de ilusión e encheo de agradecemento», concluyó el organizador. Y en sus palabras se resume lo que muchos sintieron al salir de la iglesia esa noche: haber asistido no solo a un concierto, sino a una celebración de la belleza, a una muestra de que en un pequeño pueblo del sur de Galicia, la música puede seguir siendo un acto sagrado y revolucionario.

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Ojalá no sea la última vez que el eco de Minuetto llene las naves de Petín. Porque, sin duda, esta actuación ya forma parte de la memoria colectiva de quienes la vivieron.

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