Por qué diciembre nos vuelve más nostálgicos (y por qué no es algo negativo)

Por qué diciembre nos vuelve más nostálgicos (y por qué no es algo negativo)
La psicóloga Iria Fernández explica cómo la memoria emocional, los rituales y el cierre de ciclo convierten el último mes del año en un tiempo de recuerdos, balance y reflexión personal

Diciembre no es solo el último mes del calendario. Para muchas personas es también un periodo que remueve emociones, activa recuerdos y despierta una nostalgia que no siempre sabemos explicar. No ocurre por casualidad. Desde la psicología, existen motivos claros que ayudan a entender por qué estas fechas nos hacen mirar más al pasado y sentir con mayor intensidad.

Así lo explica la psicóloga Iria Fernández, del Centro Resiliencia de O Barco, en su intervención radiofónica de cierre de año, centrada en analizar por qué diciembre despierta una combinación tan particular de emociones como la melancolía, la ternura o la añoranza, lo que comúnmente llamamos nostalgia.

Uno de los principales factores tiene que ver con la memoria emocional. La Navidad y el final de año están cargados de rituales repetidos: luces, música, comidas especiales o reuniones familiares. Estos rituales funcionan como auténticos disparadores de recuerdos autobiográficos, especialmente vinculados a la infancia. «Son señales que activan recuerdos de personas que ya no están, momentos vividos o versiones pasadas de nosotros mismos», explica.

A ello se suman los estímulos sensoriales, muy presentes en estas fechas. Desde la psicología se sabe que la memoria está estrechamente ligada a los sentidos, y diciembre concentra muchos de ellos. El olor y el gusto de determinadas comidas tradicionales, los villancicos que solo suenan en Navidad, las luces cálidas en las calles o el frío propio del invierno activan recuerdos antiguos con una fuerte carga emocional. No se trata solo de recordar, sino también de volver a sentir esas sensaciones corporales asociadas al pasado, lo que intensifica la experiencia emocional.

Otro elemento clave es el cierre de ciclo. Diciembre marca el final del año y, a nivel psicológico, los cierres activan procesos de evaluación. Es el momento de preguntarse qué ha pasado en los últimos doce meses, qué se ha ganado, qué se ha perdido o qué no se ha conseguido. Esa reflexión puede generar gratitud, pero también melancolía o frustración. En ese contexto, la nostalgia aparece como una emoción de transición, una forma de mirar hacia atrás para poder avanzar.

Fernández señala también que la nostalgia es una emoción social, no solo individual. En diciembre se habla más de familia, hogar, pertenencia o comunidad. Cuando estos elementos están presentes, se celebran; cuando faltan, se hacen más visibles. Por eso, durante estas fechas puede intensificarse la sensación de ausencia, falta o soledad, incluso en personas que durante el resto del año no se sienten así o viven bien una soledad elegida.

A esta carga emocional se suma un fenómeno muy habitual: la idealización del pasado. El cerebro tiende a recordar estas fechas con un filtro positivo, dejando fuera conflictos o momentos incómodos. «No recordamos las navidades reales, sino una versión editada», apunta la psicóloga. Esa comparación entre un pasado idealizado y un presente más complejo alimenta la nostalgia y refuerza la sensación de añoranza.

Diciembre concentra además una vulnerabilidad emocional acumulada. Cansancio del año, estrés laboral, tensiones familiares, exigencias sociales y presión económica se dan la mano en un mismo mes. Cuando el desgaste es mayor, las defensas emocionales bajan y emociones como la nostalgia emergen con más facilidad.

Pese a todo, Fernández insiste en que la nostalgia no es una emoción negativa. Al contrario, cumple funciones reguladoras importantes. Ayuda a dar continuidad a la identidad personal, conecta pasado y presente, refuerza el sentimiento de pertenencia, facilita la reflexión y puede impulsar proyectos futuros. «No es una emoción de debilidad, sino una emoción que da significado», subraya.

Como conclusión, la psicóloga resume que diciembre nos vuelve más nostálgicos porque nos invita a mirar hacia atrás, a recordar quiénes fuimos, a quiénes quisimos y qué momentos nos marcaron. Un mes que conecta nuestra historia personal con el presente y con lo que aún está por venir. «Aunque a veces duela, la nostalgia también es un puente entre lo que fuimos, lo que somos y lo que todavía podemos llegar a ser».