En Valdeorras, donde la devoción se funde con el misterio, la Semana Santa cobra un matiz especial gracias a leyendas que han pasado de generación en generación. Relatos de milagros y tradiciones singulares dotan de un aire místico a estas celebraciones, en las que la fe y lo inexplicable se entrelazan para ofrecer experiencias inolvidables. Exploramos tres de esas fascinantes historias que dan vida a la tradición en esta comarca.
El milagro del Nazareno: un rescate sobrenatural
En O Barco, la figura del Nazareno no es solo el emblema de la devoción popular, sino también el protagonista de una historia milagrosa. Según cuenta la tradición, en una ocasión de temporales intensos, el peligro inminente de una riada amenazaba con desbordar el Sil y arrasar con las viviendas.
En un acto de fe inquebrantable, se decidió sacar en procesión a la imagen del Nazareno para apelar a fuerzas superiores. Las súplicas colectivos y lo que muchos consideran una mano sobrenatural intervinieron: las lluvias cesaron y el sol asomó entre nubes, salvando así la villa.
Además, la leyenda añade un matiz especial a esta imagen, pues se dice que su origen fue tan insólito como su milagro: surgió de un tronco bajado por el arroyo Cigüeño, esperando ser “trabajado” hasta encontrar su destino como símbolo de protección y fe en tiempos de crisis.
Santuario de As Ermidas: un encuentro que dio vida a un tesoro barroco
Otro relato que envuelve a la comarca con aires de misterio es el que rodea el Santuario de As Ermidas. La leyenda remonta sus orígenes a unos pastores que, al observar un comportamiento extraño en sus ovejas, descubrieron una pequeña gruta oscura. La curiosa atracción de los animales hacia ese recoveco oculto los llevó a adentrarse en él, donde se encontraron con una talla de la Virgen que, hasta entonces, parecía descansar en el silencio del interior del Bibei.
Este hallazgo, considerado una señal divina, inspiró la construcción de una ermita. Con el paso del tiempo, el santuario se consolidó como un precioso tesoro barroco, un refugio de fe y arte que continúa atrayendo a devotos y curiosos por igual.
La procesión de los caracoles: una tradición de luz y sabor popular
Quizás ninguna manifestación de la Semana Santa en Galicia resulte tan original y visualmente impactante como la procesión del Viernes Santo en O Castro, en O Barco. Cuando el crepúsculo se adueña del pueblo, la imagen de la Dolorosa inicia un recorrido iluminado de manera inusual: miles de caparazones de caracol, convertidos en pequeñas lámparas gracias a una estopa empapada en gasolina y aceite, y en años recientes, complementados por piñas encendidas, ofrecen una iluminación poética y singular.
El origen de esta tradición se pierde en el tiempo, aunque una de las versiones sostiene que, en tiempos de escasez a finales del siglo XIX, cuando el caracol era protagonista en las mesas, se ideó aprovechar sus conchas para alumbrar la procesión.
La costumbre se extendió con el paso de los años. Durante días previos al gran evento, se procedía a “vaciar” los caracoles y, en un ritual casi artesanal, se pegaban en los muros, balcones y cruces de la villa utilizando una masa de harina. Al caer la noche, un grupo de hombres se encargaba de encenderlas, guiando así el paso de la imagen de la Virgen, que era portada por mujeres jóvenes mientras los acompañantes entonaban cánticos y ofrecían rezos en honor a la tradición y a la fe que ha dado forma a esta singular manifestación cultural.
Un eco del pasado se percibe también en el relato sobre el obispo Alonso Mesía, cuya enfermedad incurable habría sido sosegada tras rezar a la Virgen de As Ermidas, impulsándolo a ordenar la construcción del santuario en el lugar donde se consolidó la devoción.
Estas historias, que transcienden lo cotidiano, son prueba del arraigo de una fe popular que, a lo largo de los siglos, ha sabido transformarse en leyenda. La mezcla de lo milagroso y lo popular no solo enriquece la identidad de Valdeorras, sino que también ofrece a locales y visitantes una ventana a un pasado imborrable, donde cada rincón, cada calle y cada procesión narra una historia de fe, de lucha contra la adversidad y de esperanza renovada. En una Semana Santa impregnada de simbolismo, estos relatos invitan a sumergirse en un viaje donde lo sagrado y lo insólito se confabulan para mantener viva la esencia de la tradición.
Valdeorras, con sus leyendas, se presenta así como un enclave donde cada historia es una chispa que ilumina la memoria colectiva, haciendo que la devoción y la cultura se encuentren en una danza eterna de luz y sombra.
