Tras jubilarse, hacemos un repaso por la vida de Paquita Marcos, de Embutidos García Marcos
Embutidos y Salazones García Marcos es una de las empresas más conocidas de la zona. ¿Quién no ha probado su androlla o su botelo? Comenzó como un pequeño puesto en el mercado de Viana y pocos años después comenzó a crecer hasta convertirse en lo que es hoy en día. Pero nada de esto sería posible sin Santiago y Paquita.
Natural de O Barco, Paquita conoció a Santiago, un zamonaro que terminó siendo su marido en el año 1976. Durante algún tiempo vivieron en Vitoria y después, se trasladaron a Viana, donde comenzó un nuevo negocio en el sector ganadero. «Yo le dije que iba a trabajar en lo que fuera y Santiago dijo que era mejor hacer algo nuestro». Ahí, en 1983, comenzó la historia de García Marcos.
Al principio, las matanzas eran de cinco cerdos. Pero el producto comenzó a gustar y cada vez había que hacer más matanza. «Teníamos mucha carne y poco sitio, por lo que compramos el solar e hicimos lo que es hoy la fábrica». Eso sí, asegura Paquita que al principio no le gustaba nada hacer embutido. Sin embargo, sus androllas han terminado siendo las favoritas de la zona.
Tanto es así, que la Festa da Androlla, que este fin de semana reuniría a 1700 personas, no sería posible sin el trabajo de esta familia. Cuenta Paquita que comenzaron haciéndola en el colegio. «La cocineras se dedicaban a cocer las androllas, el lacón... pasaron sus apuros porque hacían todo en el día». Tal fue el éxito que a los pocos años, el espacio quedaba pequeño «y se pasó al pabellón y ya venían los restaurantes a cocinar».
También ha cambiado el tipo de androlla. Desde hace años es de ración, pero al principio se hacían grandes. «Mi marido se dio cuenta de que no le sabían como el quería. Fue a investigar y se dio cuenta de que las dejaban templando ya cortadas».
Santiago García fue una de las personas imprescindibles en la difusión de la androlla vianesa como embutido de calidad. Recibió a título póstumo la androlla de oro por su impulso de la fiesta de este embutido y por haber abierto nuevos mercados. También se encargó de la gestión del matadero municipal y fue una parte importante en la creación del tejido empresarial de la zona.
En total, cada mes de febrero en García Marcos elaboran más de 4.200 androllas. Antes, era Paqui la que se encargaba de gestionar que todo saliera bien. Pero el pasado año, llegó el momento de jubilarse y relegar la labor en sus hijas. Eso sí, la pasión por el negocio va en la sangre, por lo que de vez en cuando no duda en bajar a la fábrica «y les voy echando un ojo».
Toda una vida dedicada a sus embutidos y salazones, pero también a su marido y sus hijas. Ahora, como ella misma cuenta, es momento de disfrutar de su nieta.
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