martes. 23.04.2024

Benditos abuelos

Un abuelo es un ser de otro planeta. Es aquel que cuando aparece, el llanto cesa, aquella que besa tus pupas y el dolor se desvanece. Es el que pone su mano en tu cara, y de repente el sueño te envuelve. Es el que mece de una forma especial, de la que sólo sabe un abuelo, con una técnica impecable, depurada a través de tantos años de experiencia.

Un abuelo además, vive en un lugar encantado. Tiene un sofá que viene con la siesta de serie, y se complementa de una manta mágica que todo lo que tapa lo duerme. Pero lo más mágico de casa de un abuelo es su cocina. El hambre se apodera de ti en cuanto entornas su puerta. Una mezcla infinita de olores te atrapa y el calor del horno te hechiza… y esto es lo último que recuerdas antes de volver a la consciencia con la barriga llena.

Las tardes de lluvia y frío se transforman en hornadas de pasteles y galletas, un tanto irregulares, algunas incomibles, pero llenas de ilusión. Tras una tarde de dulce y chocolate, tres lavados más y quizás la masa de rosquillas haya desaparecido del todo de la ropa.

En casa de los abuelos no hay quejas, las montañas de juguetes invaden el salón y a nadie se le ocurre levantarse de la cama antes de las diez. En el pasillo se puede correr, en la cama se puede saltar y en el baño se puede salpicar toooodo lo que se quiera, porque aunque hubo un tiempo en que nada de lo anterior se permitía, cuando se adquirieron las funciones de abuelo, todo cambió.

Porque da igual que hayas sido un cascarrabias toda tu vida, cuando has firmado el contrato de abuelo te conviertes en un blando irremediablemente. A partir de entonces, dejarás al nieto que te incordie cuando estás viendo el fútbol, que te babe tu mejor traje y que se coma el currusco del pan, tu preferido. Todo por ver su sonrisa una vez más.

Irás a buscarle a la salida del cole, porque el abrazo que te da al verte, engancha. Y al día siguiente querrás más. Pasarás delante del escaparate de una tienda, y entrarás a comprar ese juguete que no tiene, aunque tenga otros cincuenta más. Le dejarás que se cuele en tu cama, aunque nunca lo permitiste a tus hijos, porque la vida te ha dado tranquilidad, la que viene por contrato, así lo has firmado, y no puedes echarte atrás.

Raquel Cruz

Benditos abuelos