Hace poco más de un mes, Daniel Pérez recibió una llamada de su obispo, Don Jesús, que cambiaría el rumbo de su vida pastoral. El obispo le comunicó que lo había elegido para hacerse cargo de las parroquias de Fontei y Petín, así como de la parroquia de San Esteban de Rúa Vella, junto con los barrios de Vilela, Somoza y el pueblo de San Julián. Un anuncio que, aunque ya intuía, le llenó de emoción y también de tristeza.
«Ya me olía un poquito este cambio, porque era el único que no habían movido. Sabía que este curso podía llegar el momento», explica el párrocol, quien reconoce que, cuando el obispo pide un cambio, es inevitable sentir un nudo en el estómago.
«Es un cambio importante, y aunque es una nueva etapa, lo cierras con tristeza. No han sido muchos años, pero me hubiera gustado estar un par de años más con la gente de mis parroquias. La gente te coge cariño, y tú a ellos, compartes momentos muy especiales, como el nacimiento de un niño, pero también momentos difíciles, como las despedidas. Esas experiencias marcan un vínculo muy fuerte», confiesa.
Daniel llegó a Rubiá como párroco en septiembre de 2018, después de haber estado allí como diácono un año antes. En aquel momento, sucedió al querido párroco Don Herminio, quien, tras una exitosa labor en la parroquia, fue destinado a Ponferrada.
«La gente me recibió con los brazos abiertos, aunque sentí que había un duelo por la partida de Herminio, pero pronto me sentí acogido, y pude continuar con las actividades que él había iniciado. La colaboración de la gente ha sido fundamental, son personas muy nobles y comprometidas con las causas sociales», comenta emocionado.
Ahora, tras seis años de dedicación, se prepara para asumir su nuevo reto, con fecha prevista para el 15 de diciembre, cuando tomará posesión de sus nuevas parroquias en la iglesia de Fontei. «Es inevitable sentir ese cariño por Rubiá, pero sé que el corazón me pide seguir adelante. En principio, se designará a Don Jesús Álvarez, actual párroco de O Barco, como administrador parroquial de Rubiá, Vilanova y Forcadela, mientras yo inicio esta nueva etapa», explica el párroco.
Aunque el cambio es un reto, Daniel se muestra esperanzado con lo que le depara el futuro. «Cada nueva etapa trae consigo oportunidades para crecer y aprender. La gente de las nuevas parroquias me está esperando con los brazos abiertos, y aunque será difícil dejar atrás a Rubiá, estoy convencido de que seguiré con el mismo compromiso y dedicación que siempre he tenido», asegura el párroco.
Este es un cambio que marca el fin de una etapa llena de experiencias y vivencias inolvidables para él, pero también el comienzo de una nueva fase en la que su fe y dedicación seguirán guiando su camino al servicio de la comunidad.
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