
Un camino en tinieblas sin la luz de los caracoles

Soneto a Cristo crucificado
No me mueve, mi Dios,
para quererte
el cielo que me
tienes prometido,
ni me mueve el
infierno tan temido
para dejar por eso de
ofenderte…
Francisco de Quevedo
(Imagen principal: Facebook Pazo do Castro)
No se escucha en las calles de O Barco el ir y venir de los cofrades que se prepararan para la Procesión del Santo Entierro. Los aledaños de la Iglesia de San Mauro no son un batiburrillo de gente preparada para la procesión tras la celebración de la novena de la Divina Misericordia y la Solemne Acción Litúrgica en la Muerte del Señor,en la Iglesia de Santa Rita.
La procesión del Santo Entierro es una figura completa de la Pasión. En ella todas las imágenes de la Cofradía de Jesús Nazareno salen a las calles de O Barco para representar la muerte de Jesucristo.
Es el preludio perfecto a la celebración de la procesión de los caracoles en O Castro, una de las más singulares de la zona. Y es que, cuando llega la noche la imagen de la Soledad discurre por las calles de esta localidad barquense en un recorrido que solo está alumbrado por la luz que desprenden miles de caparazones de caracol.
En su interior contienen gasolina y aceite y se acompañan, desde hace unos años, por piñas encendidas. Con una mezcla de harina, se pegan a las casas, los balcones, los cruces de calles y forman una curiosa estampa en la noche de Viernes Santo. Una forma de alumbrar las calles en los momentos en que no existía tendido eléctrico y que se sigue manteniendo como elemento de la tradición.
Una tradición de origen desconocido, aunque se celebra desde hace más de un siglo. Una de las leyendas más extendidas es la que habla de que en estas tierras, a finales del siglo XIX, en tiempos de escasez, se comían muchos caracoles y que alguien pensó que las conchas, con un trapo empapado en aceite, podían ser una solución para iluminar el recorrido de esta procesión.
Una tradición que continua manteniéndose y en la que son las mujeres quienes portan la imagen de la Virgen mientras los hombres son los encargados de que los caracoles sigan iluminándose, tradición que, estamos seguros, se mantendrá en 2021.