Lauro Olmo (O Barco, 1921 – Madrid, 1994) pasea entre las butacas del teatro que lleva su nombre. Una infancia truncada por la guerra, una vida combativa y una dedicación especial a la escritura dramática le han hecho merecedor de una calle, un teatro y un instituto en la villa barquense porque él si ha sido profeta en su tierra.
No es para menos puesto que Olmo siempre defendió el potencial pedagógico del teatro. Su obra recoge la realidad social de su tiempo, con títulos como ¡No cenarás! (1952) y La tortuga de Darwin (1974), que se estrenaron en salas y festivales nacionales. Con más de cuarenta obras, Olmo defendió un teatro popular y crítico.
No había tenido él tanta suerte, dado que aunque nació en O Barco, en 1921 ocho años más tarde viajó con su familia a Madrid, donde finalmente se instalaron, puesto que su padre había fallecido en Buenos Aires. En 1934, y acuciado por las necesidades familiares, ingresó en un asilo en Madrid que, con el estallido de la guerra, le llevó a Alicante para regresar al finalizar esta, todo un caldo de cultivo para convertirse en uno de los dramaturgos más representativos del estilo del realismo social.
Siempre tuvo Olmo en mente su lugar de nacimiento. Una casa en la calle Real, que ahora luce un placa de recuerdo, al lado del viejo conocido edificio comercial denominado 'La Favorita' muy cerca del monolito que en recuerdo coloco el concello en la plaza con su nombre.
Su nombre ha viajado por todo el mundo y sus obras traducidas a decenas de idiomas, algo que Lauro Olmo no imaginaba cuando se formó de manera autodidacta en el Ateneo de Madrid mientras se dedicaba a diversos oficios. Este lugar fue fundamental para él, pues allí no solo se formó, sino que conoció a diversos intelectuales de la época así como a su mujer, Pilar Enciso, quien fue la encargada de inaugurar el instituto con el nombre de su marido en 1999, en O Barco.
Su obra dejó una huella profunda en la cultura contemporánea, especialmente a partir de 1962, cuando estrenó La camisa, una pieza fundamental que retrata con crudeza el drama de quienes se ven obligados a emigrar para sobrevivir. Esta obra no solo consolidó su prestigio como dramaturgo, sino que también le valió importantes reconocimientos tanto dentro como fuera de España.
Además de La camisa, su producción dramática incluye títulos como La pechuga de la sardina, El Cuarto Poder, La Condecoración, English Spoken, Pablo Iglesias, Luis Candelas, entre muchos otros. Varias de estas obras se representaron en diversos países, traducidas a otros idiomas, mientras que algunas fueron censuradas en España debido a sus ideas progresistas, incómodas tanto para el franquismo como para ciertos sectores de la posterior democracia.
A lo largo de su carrera, Lauro Olmo fue reconocido con numerosos premios: el Nacional de Teatro en dos categorías, el Leopoldo Alas, el Valle-Inclán, el Premio Larra, el Álvarez Quintero (en dos ocasiones), entre otros nacionales e internacionales, como el de Buenos Aires o el del Círculo de Críticos de Uruguay.
Hoy, su legado perdura no solo en los escenarios, sino también en la formación de nuevas generaciones que estudian y se inspiran en su obra en espacios que llevan con orgullo su nombre, sinónimo de reivindicación puesto que Olmo también saltó a los titulares cuando trató de impedir la desaparición del barrio de Pozas para construir un Corte Inglés, un entorno popular y humilde que marcó su visión del mundo y se reflejó en su compromiso con las clases trabajadoras y marginadas.
El legado de Lauro Olmo perdura en la memoria colectiva y se materializa en instituciones que llevan su nombre, como el citado teatro y el instituto, que continúan difundiendo su obra y valores. Su vida y trabajo son testimonio de un compromiso inquebrantable con la justicia y la humanidad, recordándonos la importancia de dar voz a quienes más lo necesitan.
