Cuando Iñaki Zubizarreta habla, no hay lugar para el buenismo. Sus palabras llegan sin adornos, sin filtro, pero con una intención muy clara: sacudir conciencias. El exjugador profesional de baloncesto estará este miércoles, 23 de abril a las 19:30h, en O Barco para ofrecer la conferencia «Rompiendo la ley del silencio», dentro de los XXII Encontros Familia-Escola organizados por Vagalume Valdeorras.
«Lo que te destroza no es lo que te llaman, es el silencio que lo rodea», afirma. Silencio de quienes callan, de quienes miran hacia otro lado, de quienes graban con el móvil en lugar de actuar. «Esa gente también es responsable. Y por eso es tan urgente romper los silencios que envuelven al acoso escolar».
Zubizarreta sabe bien de lo que habla. En su infancia, vivió un acoso sistemático que dejó cicatrices invisibles. Durante años pensó que el motivo era su estatura —con 12 años ya medía 1,82 y a los 15 superaba los dos metros—, pero con el tiempo entendió que no era por eso. «No fue mi físico, fue que me eligieron. Y eso puede pasarle a cualquiera».
Durante mucho tiempo cargó con esa mochila, hasta que dos personas clave lo ayudaron a salir del pozo: el psicólogo Javier Pérez Armas y el docente Jesús Cañas. «Javier me dio el propósito y Jesús me ayudó a recuperar el corazón», recuerda. Y desde entonces, su misión es clara: «Evitar que se repitan historias como la mía».
No es solo una cuestión de datos —aunque los hay, y son demoledores—: «Desde la pandemia, el acoso ha aumentado más de un 500%. El suicidio infantil es la primera causa de muerte entre los chavales, con entre 4 y 6 casos al día en España. Y no se está haciendo lo suficiente».
En su opinión, la responsabilidad es de todos. No solo de los colegios o de los profesores, sino, sobre todo, de las familias. «Muchos padres niegan, justifican o minimizan lo que hacen sus hijos hasta que les toca a ellos. Entonces cambian el discurso».
Zubizarreta no da lecciones. Tampoco se presenta como experto. En sus charlas con jóvenes —como la que mantendrá en O Barco antes de la conferencia— no les dice qué deben hacer. «Solo les muestro lo que yo eché en falta: apoyo, escucha, protección. Y les insisto en lo más importante: que hablen, que no se callen, que rompan el silencio».
Porque el silencio, dice, convierte en cómplices a quienes no se atreven a actuar. Y porque «detrás del que acosa, muchas veces, también hay una historia de dolor». Zubizarreta no criminaliza. Busca construir, ofrecer esperanza, y generar espacios de seguridad donde los chavales puedan sentirse escuchados sin ser juzgados.
El deporte fue su salvación. Le dio identidad, propósito y la certeza de que no era todo lo que le hicieron creer: «Ni inútil, ni tonto, ni subnormal, como me llamaban». Hoy, convertido en referente, repite un mensaje simple y contundente: «No se trata de héroes. Se trata de que ningún niño tenga que pasar por lo que yo pasé».
