En todas las disciplinas deportivas el equipamiento es un elemento de gran importancia, pero en pocos ámbitos es tan clave y vital como cuando hablamos de montar a caballo.
Y es que para poder montar a caballo hacen falta dos elementos: montura y jinete. Del mismo modo que los neumáticos son el elemento que une el coche con la carretera, la silla de montar es el punto de unión entre el caballo y su jinete, por lo que resultan un elemento de equipamiento doblemente importante: deben garantizar la seguridad, comodidad, salud y rendimiento de ambos a la vez. Unas buenas sillas de montar a caballo deben poder cuidar de ambos a la vez que facilitan la práctica tanto como sea posible.
La importancia de elegir la silla de montar a caballo adecuada
Los caballos son animales fuertes y resistentes, pero también unos de los que sabemos más sensibles. Sus fisionomías, como ocurre con cualquier deportista humano, son diferentes, y por ello cada uno necesita una silla diferente. El tamaño del caballo, su masa muscular, su peso o su edad son características de gran importancia que influyen en gran medida en el tipo de silla que el animal necesita.
Sin una buena silla, la columna del caballo puede verse perjudicada y provocarle lesiones o malos gestos en la monta, como cojeos al galopar u otro tipo de problemas. La silla es además clave también para garantizar una buena postura del jinete, ayudándole a mantenerse recto y relajado, algo que también desembocará en menos problemas de columna y mayor comodidad para el animal.
Qué debemos tener en cuenta
Al elegir la silla, hay varios puntos clave de gran importancia. Un soporte de suficiente tamaño, con apoyo a ambos lados del puente, dará al caballo una mejor repartición del peso de su jinete, evitándole molestias y ganando ambos en seguridad.
Además, la anchura y longitud de la silla son también características básicas para evitarle al caballo incomodidades al moverse. La anchura debe ajustarse al caballo lo más posible, sin apretarle ni tampoco quedar holgada: lo ideal es buscar un acople lo más perfecto posible, que dependiendo del modelo podrá ajustarse después.
La longitud también es clave, siendo necesario aquí tener en cuenta tanto al propio caballo como las características del jinete para que ambos se encuentren lo más cómodos posible.
Una buena elección hará la práctica mucho más fácil, evitando situaciones peligrosas como que el caballo pueda echar a galopar por sentir molestias o incomodidades, ganando así en seguridad.
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