viernes. 19.04.2024

El historiador habla esta vez sobre la Casa Grande de Outarelo y uno de sus , que cobró relevancia en el siglo XVIII

Como cada mes, el historiador Antonio Castro Voces nos trae un nuevo relato sobre parte del pasado de la comarca de Valdeorras. Esta vez nos habla sobre una persona muy relevante, Don Tomás Suárez de Deza.

Tomás de Santa Catalina de Sena Pedro Mártir Suárez de Deza Huecas Lamas y Caamaño, nombre completo que se reflejaba en su partida de nacimiento, era hijo de Francisca Tomasa Hueca Lamas y de Carlos Manuel Suárez de Deza y Hueca, y ocupó los cargos de VII marqués de Viance y VIII señor de Outarelo.

Suárez de Deza dictó unas normas para la Administración en el siglo XVIII, al estar preocupado por los nulos beneficios obtenidos de la explotación del capital heredado de sus antepasados, buscando así una mayor rentabilidad. Por ello cambió el sistema de administración, elaborando unas normas básicas para una mejor administración y aprovechamiento de aquellos bienes, y así asentar las bases para cambiar aquella tendencia.

Algo que supuso un hito en la historia y más por el momento en lo que lo hizo, ya que en ese momento era irreversible por tradición y costumbre con el objetivo de que pasara a ser rentable mediante la racionalización del gasto, el control de los ingresos, una buena administración e idóneas técnicas de cultivo.

Así en aquella época la Casa Grande de Outarelo aumenta sus propiedades, gracias también a la política de matrimonio con contrayentes que contaban con propiedades. Esto se tradujo en una mayor dificultad para cumplir uno de los puntos de su fundación, que es vivir en ella.

Antonio Bernardo de Oca, fue el heredero que rompió con esta tradición, ya que el residía en Lugo designando a un mayordomo eclesiástico en Outarelo, este debía cumplir unas normas marcadas por Bernardo de Oca.

Una de ellas se basa en que si es cura debe decir misa todos los días en honor al santo, San Francisco, y si no lo es, debía buscar una fórmula para que eso se cumpla. También le indica unas normas de funcionamiento.

La capilla de Outarelo también debía conservar una serie de regalías que conservaba en esos momentos, en los mandamientos también se incluía el poder de colocar una taberna los 3 días de la festividad en honor al patrón dentro del recinto eclesiástico sin pagar nada al concello ni sin otras trabas.

Durante esos días acudían varias personas a ayudar en las labores relacionadas con las fiestas como eran las misas y las confesiones. A estos, que eran de la orden eclesiástica se les pagaba la comida, y a los que acudía con ellos se les daba una taza de caldo, pan y aceite, mientras que a los más pobres del lugar únicamente se les ofrecía caldo.

Otra de las regalías se basaba que en la iglesia de Vilanova se debía conservar la tarima, el reclinatorio y un banco propiedad de la familia de Outarelo, que nadie podía utilizar, además no se podía ser enterrado en esa capilla.

El resto de normas tenían que ver con los impuestos a pagar, con diezmos vinculados a las cosechas de uva, aceitunas o trigo entre otras que se tenían que dar tanto a la iglesia de Vilanova como a la de Outarelo.

Si quieres escuchar todo lo que contó el historiador Antonio Castro Voces, puedes hacerlo en el siguiente enlace:

Tomas Súarez de Deza y el crecimiento de la Casa Grande de Outarelo