
Diarrea, urgencia fecal, sangrado, dolor abdominal. No es fácil hablar de ello. Y, sin embargo, esas son algunas de las realidades con las que conviven cada día miles de personas con enfermedad inflamatoria intestinal, una patología crónica e invisible que condiciona por completo su calidad de vida. Solo en la provincia de Ourense, cerca de un millar de pacientes están en seguimiento por colitis ulcerosa o enfermedad de Crohn.
Así lo explica el doctor Santiago Soto, digestólogo de la Unidad de Enfermedades Inflamatorias del Complexo Hospitalario Universitario de Ourense, con motivo del Día Mundial de la Enfermedad Inflamatoria Intestinal, que se conmemora este 19 de mayo bajo el lema «La EII no tiene fronteras: rompiendo tabúes y hablando de ello».
«No son enfermedades infecciosas ni tumorales, sino inflamatorias del propio intestino», detalla Soto. Afectan al tubo digestivo, pero funcionan de forma similar a otras patologías autoinmunes como el lupus o la artritis reumatoide. Y aunque los síntomas pueden confundirse con los de una gastroenteritis, el problema va mucho más allá: «Si la diarrea o el dolor abdominal persisten y se acompaña de sangrado, hay que sospechar que no estamos ante algo banal».

A pesar de que durante años se consideraron enfermedades raras, hoy su prevalencia va en aumento. «En Ourense tenemos cerca de mil pacientes en la unidad de EII. Para una población de 350.000 habitantes no es una cifra baja», destaca el especialista. El diagnóstico, además, implica asumir que se trata de una enfermedad crónica: «Te acompaña toda la vida. Lo que buscamos con el tratamiento es que los brotes sean cada vez más breves y menos intensos, y que los periodos de remisión se alarguen lo máximo posible».
Esos brotes no solo tienen consecuencias físicas. También limitan la vida social, generan ansiedad y, en ocasiones, vergüenza. «Hay pacientes que evitan planes cotidianos como ir al cine por miedo a tener una urgencia o no encontrar un baño a tiempo. No es lo más habitual, pero sí existe ese miedo. Y eso genera tabú. Son síntomas de los que cuesta hablar», admite el digestólogo.
Afortunadamente, en los últimos años se han producido grandes avances en los tratamientos. «Hasta el año 2000 no había medicamentos específicos. El infliximab supuso una revolución, y desde entonces han aparecido muchos fármacos biológicos que actúan directamente sobre los mecanismos de la inflamación.
Nos permiten personalizar mucho más la atención y mejorar la calidad de vida de los pacientes», explica Soto. Romper el silencio, visibilizar estos trastornos y fomentar la comprensión social es uno de los grandes retos que aún quedan por delante.
Puedes escuchar la entrevista completa aquí