
El Entroido gallego está a punto de recibir un reconocimiento histórico. La Xunta de Galicia anunciará en los próximos días su declaración como Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de patrimonio inmaterial, un paso clave para proteger y dar visibilidad a una de las fiestas más arraigadas en la comunidad.
En la provincia de Ourense, el Entroido no es solo un carnaval, sino un auténtico espectáculo de tradición, ruido y color, donde personajes como los boteiros y los fulións recorren las calles al ritmo ensordecedor de tambores y chocallos, recordando una herencia que ha pasado de generación en generación. Vilariño de Conso, Viana do Bolo o A Pobra de Trives son solo algunos de los lugares donde esta celebración se vive con más intensidad, manteniendo rituales que han sobrevivido al paso del tiempo y que ahora contarán con el respaldo oficial de la Xunta.

Pero ¿qué implica ser un Bien de Interés Cultural? En pocas palabras, significa que el Entroido entra en una categoría especial de protección dentro del patrimonio gallego. No es solo un título honorífico: la declaración implica que se tomarán medidas para garantizar su conservación, promoción y transmisión a futuras generaciones.
Se protegerán los trajes, la música, los instrumentos, las danzas y todo lo que rodea a esta festividad para evitar que se pierda o se desvirtúe con los años. En Galicia ya hay otros elementos inmateriales reconocidos, como la Danza de las Espadas de Marín o la artesanía del encaje de Camariñas, pero el Entroido tiene algo especial: su carácter desbordante, su vitalidad y esa conexión única con la identidad gallega que lo hace irrepetible. Para los vecinos de las localidades donde se celebra, no es solo una fiesta, sino un símbolo de resistencia cultural. Un año sin Entroido es un año que no se completa.

El reconocimiento del Entroido se suma a un legado patrimonial que va mucho más allá de la celebración en sí. Las comarcas de Valdeorras, Terra de Trives, Vilariño de Conso, Viana do Bolo y Quiroga albergan un patrimonio material impresionante, con monumentos y construcciones que han sido declaradas BIC y que cuentan la historia de la región. Uno de los más emblemáticos es el Puente Bibei, una joya de la ingeniería romana que une A Pobra de Trives y Quiroga.

Construido en el siglo II durante el mandato del emperador Trajano, sigue en pie con su estructura de sillares de granito, testigo de siglos de historia y de la importancia que tuvo esta zona en las antiguas rutas comerciales. En O Barco de Valdeorras, la Fortaleza do Castro recuerda el pasado medieval de la comarca. Aunque hoy solo quedan ruinas, en su día fue un punto clave para la defensa del valle y aún conserva su imponente presencia sobre el paisaje.

En Viana do Bolo, la protagonista es la Torre de Viana, último vestigio de una antigua fortaleza medieval que dominaba la villa. Desde lo alto, ofrece unas vistas espectaculares de la comarca y es uno de los símbolos más reconocibles de la zona.

En O Bolo, el Santuario de Nuestra Señora de las Ermitas es un referente de la arquitectura barroca gallega.Su espectacular fachada, con columnas salomónicas y un diseño imponente, convierte este templo en un lugar de peregrinación y devoción.

En A Pobra de Trives, el yacimento arqueológico de Penalonga de Santa María es un testimonio de los antiguos asentamientos que poblaron esta tierra, mientras que la Ribeira Sacra, que abarca territorios de Ourense y Lugo, tiene en Quiroga, A Pobra de Trives y San Xoán de Río algunos de sus paisajes más impresionantes, con monasterios centenarios y viñedos escalonados que la han convertido en candidata a Patrimonio de la Humanidad.

En Manzaneda, las Murallas de Manzaneda, declaradas BIC, recuerdan la importancia histórica de esta villa como enclave defensivo en la Edad Media. Estas estructuras fortificadas formaban parte de un sistema de protección que controlaba el territorio y sus rutas comerciales. Hoy en día, sus restos siguen siendo testigos de un pasado de batallas y poder, donde Manzaneda jugó un papel clave en la historia del noroeste peninsular.

El Entroido, con su descontrol calculado y su energía desbordante, se une ahora a esta lista de tesoros protegidos. No es un monumento de piedra ni un puente que desafía el paso del tiempo, pero tiene algo que ningún otro BIC tiene: una fuerza arrolladora que cada año renace con la misma intensidad.
Su reconocimiento es un triunfo para quienes lo mantienen vivo, para quienes se visten con máscaras y tambores y salen a la calle a desafiar el invierno con música y fiesta. Con este título, el Entroido queda oficialmente protegido, pero, en realidad, nunca ha necesitado leyes para sobrevivir. Mientras haya un boteiro dispuesto a saltar y un tambor dispuesto a sonar, seguirá siendo eterno.