
Cada 21 de septiembre se conmemora el Día Mundial del Alzheimer, una enfermedad progresiva y neurodegenerativa que, al menos por el momento, no tiene cura.
Según datos de la OMS más de 55 millones de personas (el 8,1% de las mujeres y el 5,4% de los hombres mayores de 65 años) viven con demencia, y se calcula que esta cifra aumentará a 78 millones en 2030 y a 139 millones para 2050.
Hay que tener en cuenta que el Alzheimer va mucho más allá de la pérdida de memoria ya que afecta al comportamiento, a las capacidades cognitivas y a la realización de las actividades de la vida cotidiana, disminuyendo la autonomía y la independencia de quienes lo padecen, conllevando un importante coste humano y económico para las personas cuidadoras.
Como explica Patricia López, del Centro de Día O Salgueiral, es una enfermedad «de la que es duro darse cuenta, pero es muy importante darle visibilidad para ayudar al paciente y su entorno».
Cabe destacar que esta enfermedad no cumple unas pautas en cuanto a los síntomas. López recomienda tener en cuenta esos pequeños cambios de conducta que a veces presentan nuestros mayores. «Cuando vemos que hacen algo que nunca hicieron, tenemos que estar alerta. Es un síntoma».
Relata además que es una proceso que tiene 3 fases. La primera «es cuando empezamos a ver la perdida de memoria. Se olvidan de lo reciente, de qué han desayunado, pero te pueden contar con detalle una historia lejana».
Después es el momento en el que comienzan a repetir de forma constante ciertas frases, «además, no conocen determinadas cosas o personas. También, más avanzado, hay problemas del lenguaje, lo que se llama afasia».
La última etapa es aquella en la que ya hay una perdida de facultades intelectuales e incluso musculares.
Una enfermedad que es importante detectar en los primeros momentos para evitar una avance más precoz.