Galicia aspira a un potencial minero de hasta 45.000 millones con especial peso en las minas de San Xoán y Penouta
El presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, presentó hace unos días en rueda de prensa los resultados de un estudio elaborado en colaboración con la Universidade de Santiago de Compostela (USC) que sitúa a Galicia entre las regiones de Europa occidental con mayor presencia de minerales considerados críticos por la Unión Europea.
Según los datos avanzados por el Ejecutivo gallego, el valor económico potencial de estos recursos podría alcanzar los 45.000 millones de euros, tras identificarse en el territorio gallego 18 de los 34 elementos incluidos en la lista comunitaria de materias primas estratégicas.
El anuncio sirvió para dibujar un mapa general del subsuelo gallego y para reforzar el discurso institucional sobre la necesidad de avanzar en el conocimiento y la ordenación de estos recursos en un contexto marcado por la transición energética, la reindustrialización europea y la reducción de dependencias exteriores.
Cinco grandes franjas minerales en el mapa gallego
El estudio presentado por la Xunta identifica cinco grandes franjas o corredores geológicos en Galicia, áreas amplias en las que se concentraría buena parte del potencial detectado de materias primas estratégicas. No se trata de nuevos descubrimientos, sino de una reinterpretación del conocimiento geológico ya existente, ahora leída desde una óptica económica y estratégica.
Una de estas franjas se localiza en el noroeste gallego, en zonas con tradición minera vinculada al estaño y al wolframio, como el entorno de San Finx y Santa Comba. Se trata de áreas históricamente explotadas que vuelven a ganar interés por la relevancia actual de estos metales en la industria europea.
Otro corredor recorre el centro y nordeste de Galicia, con presencia de distintos metales y minerales industriales que la Xunta incluye dentro del conjunto de zonas con potencial a medio y largo plazo, aunque con un grado de conocimiento desigual.
Una tercera franja se sitúa en el sur de Lugo y norte de Ourense, una zona de transición geológica en la que se han identificado indicios de minerales con posibles aplicaciones industriales y energéticas, pendiente todavía de una mayor investigación.
El cuarto corredor, uno de los más destacados, atraviesa el oriente de la provincia de Ourense y conecta directamente con territorios como Valdeorras, Viana do Bolo y A Gudiña. Es en esta franja donde confluyen tradición minera, proyectos en revisión administrativa y una atención institucional creciente.
La quinta franja se extiende por el suroeste gallego, con presencia de distintos minerales industriales y metálicos que podrían adquirir relevancia en un escenario de diversificación de suministros y nuevas cadenas de valor.
Ourense y Valdeorras, en el centro del foco
Dentro de este mapa general, la provincia de Ourense —y en particular la comarca de Valdeorras— se presenta como uno de los territorios con mayor concentración de interés estratégico. No solo por el potencial geológico, sino porque en esta zona coinciden explotaciones conocidas, proyectos en trámite y concursos mineros ya convocados por la Xunta.
En A Gudiña, la mina de San Xoán es uno de los ejemplos de actividad extractiva vinculada a minerales estratégicos que se mantiene operativa, asociada al wolframio. Pero, su proximidad a la frontera portuguesa y a espacios naturales sensibles ha situado este proyecto en el centro de la controversia.
Ecoloxistas en Acción ha denunciado públicamente la tramitación de la concesión, cuestionando la prórroga otorgada y la ausencia, a su juicio, de una evaluación de impacto ambiental transfronteriza, exigida por la normativa europea en proyectos con posibles afecciones más allá del territorio nacional.
Ese debate ha traspasado el ámbito autonómico. Según informó Europa Press, el asunto fue planteado hace aproximadamente un mes en la Asamblea de la República de Portugal, donde varios diputados preguntaron al Gobierno luso por los posibles efectos de la actividad minera en A Gudiña.
En su respuesta, el Ministerio de Ambiente y Energía de Portugal reconoció que no había sido notificado oficialmente por España sobre el proyecto y que había solicitado información a las autoridades españolas ante la posibilidad de impactos en territorio portugués.
Este contexto de mayor vigilancia ambiental y administrativa no es ajeno a Penouta, en el municipio de Viana do Bolo. La mina, asociada a tantalio, niobio, litio y estaño, cesó su actividad tras diversos procesos judiciales y ambientales que pusieron el foco en la necesidad de reforzar los controles y los trámites. En la actualidad, el yacimiento se encuentra a la espera de la reactivación si se completan todos los procedimientos exigidos por la normativa vigente.
La empresa Energy Transition Minerals, de capital australiano, adquirió los derechos mineros de Penouta por 5,2 millones de euros y ha manifestado su intención de devolver la actividad a la explotación, asegurando contar con un plan financiero propio y defendiendo que el proyecto podrá avanzar una vez superados todos los requisitos ambientales y administrativos.
Un sector con peso real en la economía gallega
Más allá del foco en los minerales críticos, la minería es ya un sector consolidado en Galicia. La comunidad es la cuarta productora minera de España, con más de 360 explotaciones activas, alrededor de 7.000 empleos directos y un peso superior al 1 % del PIB gallego. A ello se suma el liderazgo en ámbitos como la lousa o el granito, que sitúan a Galicia como una referencia internacional.
Este contexto permite entender el estudio presentado no como un punto de partida, sino como una herramienta para ordenar y priorizar el conocimiento del subsuelo, alineándolo con las nuevas demandas industriales.
Concursos mineros y próximos pasos
El anuncio del estudio coincide con la reactivación de concursos públicos de derechos mineros caducados, un proceso impulsado por la Xunta tras más de una década sin nuevas convocatorias. En este marco, Valdeorras concentra la mayor superficie a prospectar en la provincia de Ourense, con varias áreas incluidas en los concursos convocados.
Entre ellas figura la zona denominada «Esperanza B», con cerca de 384 hectáreas destinadas a la investigación de litio y otros minerales estratégicos, así como otros ámbitos en el entorno de «Katy, 2.ª fracción», también vinculados a recursos considerados prioritarios por la administración autonómica.
Según la Xunta, estos concursos tienen como objetivo reactivar la investigación minera en áreas donde los derechos habían caducado, priorizando sustancias incluidas en la lista de materias primas críticas de la Unión Europea. Las conclusiones del estudio presentado ahora servirán como marco de referencia para orientar estas convocatorias y futuras decisiones administrativas.
Todos los derechos que se otorguen deberán ajustarse a lo establecido en la Lei de recursos naturais de Galicia, que fija, entre otros aspectos, que parte de los beneficios derivados de la explotación de los recursos reviertan en el propio territorio.
Potencial económico y debate abierto
Pese a las cifras avanzadas por la Xunta, el propio anuncio deja claros sus límites. Los 45.000 millones de euros hacen referencia al valor económico potencial del subsuelo, no a inversiones previstas ni a retornos inmediatos. Tampoco se detalló la metodología completa del estudio ni se concretaron plazos para la explotación de nuevos yacimientos.
La información disponible hasta el momento, apunta a que, en el caso de minerales como las tierras raras, Galicia presenta indicios geológicos favorables, pero aún carece de estudios detallados que permitan confirmar su viabilidad económica y ambiental. En este sentido, expertos del Colegio Oficial de Geólogos advertían hace unos meses de que el conocimiento actual del subsuelo no es suficiente para garantizar explotaciones viables sin una fase previa de investigación más exhaustiva.
En ese equilibrio entre oportunidad y prudencia se mueve ahora el discurso institucional. Galicia vuelve a mirar a su subsuelo con la vista puesta en Europa y en los minerales del futuro, pero con un camino todavía largo por recorrer entre el potencial teórico y la realidad sobre el terreno