sábado. 20.04.2024
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Elaborando un Maio.

Todo estaba preparado en el colegio público Ramón Otro Pedrayo para la elaboración del maio que hoy se expondrá en el concurso de Barco de Valdeorras. Allí, alguna cara nueva que se enfrentaba por primera vez a la estructura y otras, veteranas, que ya sabían muy bien por dónde comenzar el trabajo. 

Con todo, lo primero que llamaba la atención era la envergadura de la estructura. Para nada pequeña y desde luego, para nada comparable con lo que algunos conocían o esperaban. – En esta parte, me va a permitir el lector decir que no era para nada lo que servidora esperaba, aunque en esta ocasión haya utilizado el “nosotros” -. Y es que, aunque tenía una cierta idea de cómo eran a través de fotografías y vídeos, me impresionó la grandeza de una estructura que superaba con creces mi 1,70 de estatura y me obligaba a mirarla desde lejos, para observar todo el engranado. “No va haber suficientes xestas” fue lo primero que pensé.

Tan sólo un día antes, de la mano de una compañera, había tenido oportunidad de ir a los montes próximos a recolectar vegetación para la ocasión. Los peques, que disfrutaron como nunca, recogían flores silvestres para adornar el maio mientras que nosotras nos peleábamos para coger los ramajes más gruesos bajo el agobiante sol de la tarde. “Yo creo que, si todos llevamos así, habrá”.

«¿Y ahora qué? Colocamos de abajo a arriba con la flor en alto, ¿no?», pregunté. «De abajo arriba sí, pero las xestas tienen que ir con la flor hacia abajo para que tupa porque no se puede ver nada de la madera. Ni  siquiera en los apoyos y en las patas». Y así, fue empezando una tarea en la que, por momentos, se fueron uniendo los escolares.

La primera parte, quizás, fue la más difícil. Había que cegar todo el armazón. Las cañas no se sujetaban bien y algunas caían, había que meter más. El hilo de seda se desenganchaba a veces y el peso del ramaje hacía que algún clavo, que no estaba muy bien asentado, se desprendiera teniendo que volver a retocar la zona.

Sin embargo, lo que a mí me parecía una tarea imposible y con no muy buen fin, rápidamente era solventado por la maña de estas madres que han vivido los maios desde pequeñas. Tradición y arraigo que trasladan a las nuevas generaciones y a los que venimos de fuera.

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Pequeños y mayores, todos echan una mano

A estas alturas, el maio ya tenía forma y color. Sin embargo, quedaban los últimos retoques. Y aquí, los carrabouxos engarzados en cordones fueron los protagonistas junto a decoraciones tradicionales con castañas y nueces. Faltaba, eso sí, la parte final. Las coplas que se cantan. Pero ahí, a esta forastera, no le quisieron desvelar el misterio.

“Se ao igual ca min te preguntas/ que tal quedou o Maio/ non tes máis que ir o domingo/ á praza a admíralo”. “Así tamén escoitarás / as nosas copliñas cantar / pois a eso da unha/ alí os nenos estarán”.

Os Maios al descubierto