Treinta años del adiós a Elena Quiroga: recordar a una voz literaria nacida en Viloira
El 3 de octubre de 1995 fallecía en A Coruña Elena Quiroga de Abarca, una escritora de singular talento y sensibilidad cuyas raíces profundas se hundían en la tierra de Valdeorras. A treinta años de su partida, su figura merece un nuevo reconocimiento, especialmente desde Viloira, en O Barco de Valdeorras, donde vivió buena parte de su infancia y que fue cuna de su linaje familiar: los condes de San Martiño de Quiroga tenían ahí la emblemática Casa Grande de Viloira.
Raíces y primeros años
Aunque nació el 26 de octubre de 1921 en Santander, Elena Quiroga fue marcada desde niña por la Galicia de su padre. Hija de José Quiroga Velarde —conde de San Martiño de Quiroga— y de Isabel de Abarca y Fornés, quedó huérfana de madre a los dos años, y fue trasladada a la Casa Grande de Viloira, donde su abuela y familiares la criaron.
La Casa Grande es un edificio señorial de planta rectangular, con dos patios interiores, capilla y bodega abovedada, cuya fachada principal da a la plaza de Otero Pedraio. Con el tiempo, y pese a su abandono posterior, esa casa se convirtió en un símbolo tangible del pasado y de la vinculación emocional de Quiroga con Valdeorras.
Desde muy joven vivió entre Galicia y otros escenarios: estudió en ciudades como Bilbao, Barcelona y Roma, completando su educación secundaria en diversos lugares. Aunque nunca cursó estudios universitarios de forma formal, frecuentó clases libres que le interesaban, dedicando varias horas cada día a su escritura.
Una carrera literaria intensa y diversa
Quiroga comenzó a publicar en 1949 con La soledad sonora, obra con la que dio a conocer una voz ya diferenciada. En 1951 alcanzó reconocimiento nacional con Viento del norte, que le valió el Premio Nadal y fue adaptada al cine en 1954.
Su producción fue prolífica en apenas una década. En 1952 publicó La sangre, narrando cuatro generaciones desde la perspectiva de un árbol observador. En 1954 apareció Algo pasa en la calle, una novela experimental con monólogo interior y saltos temporales. En años sucesivos vinieron títulos como La enferma (1955), La careta (1955), Plácida, la joven y otras narraciones (1956), y La última corrida (1958).
En 1960 publicó Tristura, primera parte de una trilogía con tintes autobiográficos, centrada en Tadea, la niña que encarna su propia infancia. En 1965 apareció Escribo tu nombre, continuación de esa historia, ambientada en la Segunda República y la preguerra, donde Tadea vive su adolescencia en un internado dominado por normas rígidas. La novela aborda temas como la educación femenina, el papel de la mujer, las tensiones sociales de los años 30, e incluso temas vetados por la censura (divorcio, suicidio, críticas a la Iglesia). Escribo tu nombre fue seleccionada para representar a España en la primera edición del Premio Internacional Rómulo Gallegos.
Queda pendiente la tercera entrega, Grandes soledades, que Quiroga no llegó a completar o publicar plenamente antes de su muerte. En sus últimos años literarios publicó Presente profundo (1973) y luego redujo su actividad narrativa para centrarse en su labor como académica.
Innovación literaria y voz femenina
Aunque participó del ambiente de la generación del 50, Quiroga no se conformó con las fórmulas dominantes. Se le reconoció por su capacidad para experimentar con recursos narrativos como el estilo indirecto libre, el monólogo interior, la multiplicidad de perspectivas y la fragmentación temporal.
Sus personajes femeninos suelen ocupar un lugar central: mujeres que cuestionan los roles tradicionales, que viven tensiones entre el deber y la libertad, o que batallan con los silencios impuestos por la sociedad. En Tristura y Escribo tu nombre, a través de Tadea, escribe desde su propia experiencia infantil para iluminar la represión de los afectos, los miedos, las dudas y las aspiraciones interiores.
La crítica ha señalado también la «exactitud terminológica» de su estilo: buscaba palabras justas, a veces novedosas, para expresar sensaciones intensas y matices psicológicos. En el discurso de ingreso en la Real Academia Española (1983), eligió al gallego Álvaro Cunqueiro como motivo, lo que refleja su profundo vínculo con Galicia.
Reconocimientos y olvido
En 1983 fue propuesta para ingresar en la Real Academia Española, convirtiéndose en la segunda mujer en lograrlo (tras Carmen Conde). Ocupó su sillón formalmente en 1984. También fue reconocida por la Xunta de Galicia con la Medalla Castelao en 1990.
No obstante, su obra sufrió silencios durante décadas. Como argumenta el artículo “La soledad de Elena Quiroga”, los manuales pueden dejar «zonas en sombra» y la historia literaria institucional ha relegado nombres valiosos. Su propio carácter reservado no favoreció su proyección pública: concedió pocas entrevistas y evitó los focos literarios.
Renacimiento editorial: Escribo tu nombre resurge
En octubre de 2025, coincidiendo con el trigésimo aniversario de su muerte y el sexagésimo aniversario de la publicación original, la editorial Bamba ha recuperado Escribo tu nombre, que llevaba años descatalogada.
La directora de la editorial, Raquel Bada, explica que esta novela autobiográfica, casi en forma de diario, narra los años de internado (1930-1936) de Tadea, confrontando las limitaciones del régimen educativo de la época con los anhelos de libertad interior. La nueva edición ha sido cuidadosamente revisada, confrontando diferentes versiones, algunas mutiladas por la censura, y reconstruyendo fragmentos perdidos.
Este relanzamiento representa un paso clave en la recuperación del legado de Quiroga. La editorial ya había reeditado Tristura y Viento del norte y no descarta nuevas recuperaciones en el futuro.
Elena Quiroga y Valdeorras: un nexo sentimental
Para la comarca de Valdeorras, la figura de Quiroga es un puente entre lo local y lo literario. Que naciera en Santander no le impidió mantener viva su relación con Viloira: siempre se consideró a Galicia como patria. En artículos locales se la ha definido como “una de las mejores escritoras que ha dado esta tierra”.
Hoy la Casa Grande de Viloira, testigo de su infancia, puede leerse como un símbolo: casa en ruinas pero cargada de memoria, imagen física de un pasado que exige ser revisitado para reconocerse en su escritura.
Treinta años después de su muerte, Elena Quiroga reaparece como autora para leer y releer. La reedición de Escribo tu nombre no solo recupera una pieza olvidada de su obra, sino que invita a repensar su lugar en la literatura española del siglo XX. Desde Viloira, ese rincón de Valdeorras que fue su casa y su refugio, su voz vuelve con fuerza renovada, instando a que no permanezca invisibilizada.