A Veiga se llenó de ruido, color y fiesta en uno de los días más esperados del año. El desfile del martes de Entroido. Por las calles resonaban los bombos, las aixadas y las voces de quienes mantienen viva una tradición que se niega a desaparecer. Cada fulión avanza con su personaje más representativo al frente, abriendo paso con su presencia imponente.
Abriendo la comitiva, el Fulión de Valdín marca el ritmo con su inconfundible sonido, y no lo hacen solos, porque han unido fuerzas con la 'muerte' y el 'toro' de Porto de Sanabria (Zamora). «Siempre hemos sacado fulión en nuestro pueblo, pero nunca habíamos venido a A Veiga», explican. La razón de este hermanamiento es sencilla: «Cada vez hay menos gente en los pueblos, así que hay que ayudarse». Una muestra más de que el Entroido no entiende de fronteras.

Tras ellos, irrumpe en escena la carroza de Caperucita Fest, seguida de otro grupo veterano en estas celebraciones: el Fulión de Penouta e Ramilo. Aquí, el protagonista es el boteiro, una figura emblemática que avanza con saltos ágiles y con la vista fija en el público, como si estuviera a punto de lanzarse sobre él. Entre los bombos y las aixadas, Manoli y Carmen no dejan de marcar el ritmo con precisión.
«Llevamos años participando en los desfiles de fuliones por toda la comarca porque esto es tradición», aseguran con orgullo. Aunque la fuerza de los bombos se siente en todo el cuerpo, ellas ya tienen el truco para resistir: «Llevamos guantes, así se aguanta mejor». Su fulión es de los más numerosos, con casi ochenta miembros de todas las edades. «Desde los cinco años hasta los setenta y cinco, aquí nadie se queda fuera». Y entre ellos, el joven Javier, que lleva el traje de boteiro con orgullo. «Llevo siendo boteiro desde los seis años, en mi familia todos lo son», comenta. Pero no es solo cuestión de herencia: ser boteiro requiere resistencia. «Mi máscara pesa 10 kilos, aunque hay algunas de 16 o 17. Con el viento es complicado, por eso llevamos un collarín». A pesar de la exigencia física, él lo tiene claro: «Llegamos, nos vestimos y a disfrutar».

El desfile avanza con la comparsa A Tribu de Corexido, un grupo familiar compuesto por tías y sobrinas que crece cada año. Ataviadas con faldas de paja y huesos como complementos, su ritmo y energía contagian a quienes observan el desfile. Y la nota entrañable, llega de la mamo de la carroza de Os Gnomos do Xardín, una iniciativa de la residencia de mayores de A Veiga. Mónica, animadora del centro, sonríe mientras los residentes saludan desde la carroza. «Muchos de ellos son de aquí, otros de fuera, pero esta es su casa y queríamos que se sintieran parte de la fiesta». Una oportunidad para reencontrarse con los vecinos, revivir recuerdos y sentir la emoción del Entroido como lo han hecho toda la vida.
El sonido de los bombos se intensifica con la llegada del Fulión de Buxán, encabezado por su personaje más característico: a máscara. Con su rostro blanco y su vestimenta tradicional, se mueve con elegancia, protegiendo la esencia de un fulión que lleva más de un siglo en activo. «Este fulión nunca se ha perdido, ni en la Guerra Civil», explican con orgullo. Para ellos, la tradición es inquebrantable, y por eso siguen manteniendo viva esta costumbre con la misma pasión de siempre. Aunque suelen participar en la Xuntanza dos Fulións, que este año se celebra el 8 de marzo en A Veiga, este es su primer año en el desfile del martes de Entroido. «Nos llamaron para venir y no lo dudamos».

Y en el tramo final del desfile, aparece el fulión anfitrión: el Fulión de A Veiga, liderado por el temido charrelo, una figura imponente con cuernos que inspira respeto entre los asistentes. Su atuendo de pieles y su máscara le confieren un aire casi mitológico, como si el espíritu del Entroido cobrara vida a su paso.
Mientras el desfile se acerca a su fin, el alcalde de A Veiga, Juan Anta, observa la escena con satisfacción. «Cada vez viene más gente a disfrutar del Entroido. Lo importante es que la tradición siga viva». Y aún queda lo mejor: la gran Xuntanza dos Fulións, donde la fiesta alcanzará su punto álgido. «Este año, promete, habrá muchísima gente y alguna sorpresa más», adelanta.
Con el fulión de A Veiga cerrando el desfile, la música y la tradición siguen retumbando en cada rincón del pueblo. Porque el Entroido no es solo una fiesta: es identidad, comunidad y un sonido que, pase lo que pase, nunca dejará de escucharse.
Puedes escuchar a algunos de los protagonistas aquí