Pacientes renales en Ourense alertan del aumento de casos de aquí a 15 años

Pacientes renales en Ourense alertan del aumento de casos de aquí a 15 años
Este 4 de junio se celebró el Día Nacional del Donante de Órganos y Tejidos. Hablamos con Miguel Ángel Quintas, trasplantado de riñón y con el doctor Alfonso Iglesias sobre la generosidad de las donaciones y como pueden cambiar la vida de muchas personas

No hay aplausos. No hay discursos. A veces, ni siquiera un nombre. Solo una llamada en mitad de la tarde, una maleta hecha a toda prisa, un quirófano preparado al otro lado de Galicia… y una vida que empieza de nuevo.

Miguel Ángel Quintas recuerda con exactitud la suya: una llamada desde A Coruña un domingo a las ocho de la tarde. «Tenía que salir pitando», resume. Llevaba más de un año sometido a hemodiálisis tres veces por semana, un proceso necesario para mantenerse con vida, pero que también tiene sus contraindicaciones. «Eso no te cura, te mantiene. Pero te quita vida. El corazón vive cada sesión, como si hubiera corrido una maratón de 42 kilómetros», explica. Ese domingo, Miguel Ángel dejó atrás la máquina y el hospital, y empezó otra etapa: la del trasplante.

Miguel Ángel Quintas, trasplantado de riñón y presidente Alcer Ourense

El doctor Alfonso Iglesias, nefrólogo en el Complejo Hospitalario de Ourense, lo resume sin rodeos: «Mientras no inventemos algo mejor, el trasplante es la mejor terapia sustitutiva que tenemos». Y si el trasplante es vida, la donación es su punto de partida. En Galicia, el año pasado se realizaron 168 trasplantes renales. Solo un 14 % fueron de donante vivo. El resto, de personas fallecidas.

Ahí está uno de los grandes desafíos. Hablar más del trasplante de vivo, aún desconocido o mal entendido. «En los países occidentales nos emborrachamos del éxito del trasplante de cadáver y dejamos de lado el de donante vivo», explica el doctor Iglesias. Ahora, con la disminución de donantes fallecidos y los buenos resultados clínicos, ese modelo vuelve a cobrar fuerza. Pero para que ocurra, hace falta información, voluntad y generosidad.

Doctor Alfonso Iglesias, nefrólogo en el CHOU

El proceso no es inmediato ni sencillo. El receptor debe ser un candidato idóneo. El donante, también. Y sano. Y voluntario. Y altruista. Porque en España está prohibido donar por cualquier motivo que no sea la voluntad de ayudar.

Miguel Ángel lo sabe bien. No solo porque haya pasado por ello, sino porque ahora, además, es presidente de ALCER Ourense, la asociación que acompaña a personas con enfermedad renal crónica. Conoce los datos, pero sobre todo conoce los rostros. Y alerta: «Si seguimos así, en 2040 podríamos colapsar el sistema sanitario. Cada vez hay más enfermedades renales y no nos cuidamos».

La lista de causas es larga: alimentación, obesidad, abuso de medicamentos, diabetes no controlada, falta de revisiones. Y la enfermedad no duele. Por eso muchos no descubren el fallo renal hasta que ya es crónico. Una simple analítica puede bastar para detectarlo a tiempo. Pero si no se hace, solo queda la diálisis o el trasplante.

Y la diálisis, como recuerda el doctor Iglesias, no es una solución fácil: «Es un tratamiento que mantiene con vida, pero no está exento de complicaciones. El trasplante permite volver a una vida bastante normal. No es perfecto, pero es lo mejor que tenemos».

Miguel Ángel lo vivió en primera persona. Pasó de organizar su semana en función de una máquina a recuperar tiempo para él. Tiempo de verdad. Aunque el trasplante no es definitivo —el suyo, de donante fallecido, tiene una duración estimada de 15 años—, la diferencia es inmensa. «Ahora no dependo de nada. Y eso lo cambia todo», asegura.

El valor de la donación no está en las estadísticas, sino en los pequeños gestos que regala. Un paseo, una comida sin restricciones, una conversación que ya no gira en torno al hospital. El doctor Iglesias insiste en que la experiencia para los donantes vivos, es muy positiva. «La mayoría dice que ha sido gratificante», asegura. Y añade una aclaración necesaria: «Aunque la ley permite extraer órganos en muerte encefálica, en la práctica nunca se hace sin consentimiento familiar. Siempre hay una doble garantía. Nadie va a sacar nada antes de tiempo».

Hoy, en Ourense, alguien está conectado a una máquina. Alguien más espera esa llamada que puede llegar o no. Y otro, como Miguel Ángel, desayuna sin mirar el reloj.