Las laderas quemadas de Valdeorras vuelven a moverse, pero esta vez no son las cuadrillas de voluntarios y de bomberos, sino por los equipos que trabajan para frenar los efectos del fuego. La Confederación Hidrográfica del Miño-Sil (CHMS) ha intensificado la restauración hidrológico-forestal en los municipios más afectados por los incendios del pasado verano, con A Rúa, Vilamartín, O Barco, Rubiá y Petín como uno de los principales focos de intervención en Galicia.
El presidente de la CHMS, Francisco Marín Quiroga, explica que las primeras actuaciones comenzaron el 9 de septiembre, tras evaluar la magnitud de los daños. El 24 de septiembre, el Ministerio para la Transición Ecológica autorizó una inversión de emergencia de tres millones de euros, lo que permitió reforzar los equipos y desplegar trece brigadas en la parte gallega de la demarcación, con el apoyo puntual de otras diez dedicadas a la conservación de cauces.
Valdeorras concentra una parte destacada de estos trabajos debido a la drástica pérdida de vegetación, al riesgo de arrastre de sedimentos y a la vulnerabilidad de sus cauces tras el paso de las llamas. Las brigadas operan en A Rúa, Vilamartín, O Barco, Rubiá y Petín, al mismo tiempo que avanzan intervenciones en Quiroga, Carballeda de Avia y varias zonas del Macizo Central, como Manzaneda, Montederramo, Maceda y Vilariño de Conso.
Según los datos de la propia Confederación, ya se han ejecutado más de 20.810 metros lineales de fajinas y 3.130 metros de albarradas, estructuras de contención destinadas a frenar la erosión y estabilizar los terrenos afectados. Las brigadas también han atendido 34 captaciones de abastecimiento y han intervenido en más de 16 kilómetros de cauces.
A estas labores se suman la retirada de tapones y obstrucciones en puentes y obras de paso, la eliminación de madera quemada en los cursos fluviales y la plantación de vegetación de ribera para recuperar su función protectora.
Todas estas actuaciones se orientan a reducir los impactos de los incendios en zonas con riesgo de inundación, en espacios de especial sensibilidad ambiental —como la Red Natura 2000, las Reservas Hidrológicas o las Reservas de la Biosfera— y en tramos donde habitan especies protegidas.
Quiroga subraya que el avance de los trabajos exige un notable esfuerzo debido al carácter abrupto del terreno y a la falta de accesos en las áreas más dañadas. La reducción drástica de la cubierta vegetal favorece el flujo de agua y sedimentos hacia los ríos, incrementa la erosión y acelera la degradación de los ecosistemas fluviales. El objetivo de las brigadas, señala, es paliar o minimizar esos efectos mientras el territorio recupera su estabilidad natural tras los incendios.


