Fieles procedentes de toda la geografía española se desplazaron hasta el Santuario para participar de la celebración religiosa más singular
El Viernes Santo se vivió con intensidad, fervor y devoción en el Santuario de As Ermitas. Es el único día del año en el que su peculiar Vía Crucis se hace con carácter solemne, pasos, oraciones y paradas en cada una de sus 15 «estaciones» o capillas, que simbolizan las distintas escenas de la Pasión de Cristo.
Un año más, el entorno del Santuario se quedó pequeño para acoger a incontables fieles procedentes no sólo de Valdeorras sino de distintos rincones de la geografía gallega y española. «Es un Vía Crucis diferente, no hay otro igual», comentaba un devoto a la puerta del templo.
El Vía Crucis de As Ermitas es uno de cuantos existen más peculiares. Su recorrido posee cierta similitud a la «vía Dolorosa» de Jerusalén, pues se celebra a través de calles estrechas, en cuesta y muy empinadas. «Recuerda al Vía Crucis real del siglo I», dijo uno de los sacerdotes que presidió el acto religioso.
Los fieles recorrieron, aproximadamente, un kilómetro desde el santuario hasta el cementerio, siempre cuesta arriba. Se trata de un Vía Crucis duro, aunque suavizado por las paradas para orar en cada una de sus 15 estaciones. «La peor parte se la llevan los que portan a hombros las imágenes religiosas», comentaba una persona oriunda de As Ermitas.
Silencio, devoción, algunas lágrimas y mucha fe envolvieron uno de los actos con más sentimiento religioso. Tristeza y alegría se fundieron en este Vía Crucis que, cada vez más, goza de un reconocimiento incluso a nivel internacional.
Aún cuando el día amaneció con amenaza de lluvia, brilló el sol, favoreciendo una participación masiva en la celebración.
As Ermitas volvió a convertirse en la gran protagonista del Viernes Santo.