Rubía, otro concello salvado por sus vecinos
Da igual que pases por Vilamartín, por O Barco, por Larouco, por A Rúa o por Petín: las historias son siempre las mismas. Vecinos que se organizan a toda prisa, que dejan todo atrás para proteger sus casas, que se convierten en brigadas improvisadas frente a un fuego que parece imposible de frenar. Hoy nos detenemos en Rubiá, donde los pueblos de O Real, O Porto, Robledo y A Veiga de Cascallá y voluntarios llegados de toda la comarca vivieron, al igual que en otros muchos lugares, una noche de miedo, humo y resistencia.
«Aquí fue una locura, veías cómo bajaban las llamas y pensabas que no se podía parar», relata un vecino de Robledo. Las llamas llegaron tan cerca de las viviendas que no quedó otra que improvisar un cortafuegos, mientras otros corrían de un lado a otro con cubos de agua y mangueras.
En O Real y O Porto, la escena fue parecida: grupos de vecinos organizados en turnos, atentos a las chispas que caían sobre los tejados y apagándolas como podían. «Con los cubos íbamos de un lado para otro, echando agua donde veíamos que podía prender», recuerda uno de ellos.
A Veiga de Cascallá tampoco se libró de la amenaza. Allí, la rapidez y coordinación de sus habitantes fue clave para que las llamas no llegasen a arrasar las casas. «Si no actuamos así, ardía todo», resume con contundencia un vecino.
El miedo sigue presente. Aunque el fuego se alejó de las casas, todos miran con preocupación hacia los peñedos de Oulego, donde las llamas aún podrían reavivarse. Nadie se fía, porque saben que basta un cambio de viento para que el esfuerzo de toda una noche quede en nada.
Las escenas vividas en Rubiá son las mismas que se repiten a lo largo de Valdeorras: Bomberos, soldados y brigadas que no dan abasto, vecinos convertidos en la primera línea de defensa de sus pueblos, con medios precarios pero con la firme convicción de que, si no son ellos, nadie salvará sus casas.