Tras los pasos de la Vía Nova: Domingos con historia caminando la naturaleza

Ruta por el Camino Natural de Interior Vía Nova: Tramo Biobra – Petín (Primer día: de Petín a Sampaio)

Comenzamos una nueva aventura recorriendo la comarca, en esta ocasión a través del Camino Natural de Interior Vía Nova, un trazado que une patrimonio romano, naturaleza gallega y memoria rural.

En este primer domingo de ruta, nos adentramos en el tramo que va de Petín a Sampaio, una pequeña parte de los más de 9 kilómetros que separan Petín de Correxais. Esta es una ruta que no solo se camina: se escucha, se huele y se vive.

La ruta ha sido recientemente acondicionada con nueva señalización e indicadores, dentro del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, financiado por la Unión Europea - NextGenerationEU. También han colaborado entidades como el Ministerio de Industria y Turismo, la Xunta de Galicia, la Diputación de Ourense y la Asociación GDR Valdeorras, esta última como beneficiaria del proyecto en el marco del Plan de Modernización y Competitividad del Sector Turístico. El presupuesto de la actuación asciende a 47.680,55 euros y su ejecución se extenderá durante dos meses.

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El inicio: desde Petín al corazón de la historia

Comenzamos el trayecto en la zona de los colectores de la Cooperativa de Petín, al final de la calle Bacelo, donde un mapa nos recibe marcando todo el recorrido.

 

Ya desde este punto se notan los esfuerzos recientes: señales claras, una indicación de la longitud del tramo y un cartel que nos informa de que, a tan solo 320 metros, podremos recargar bicicletas.

Dejamos atrás el barrio de Castrofolla, con sus casas de piedra y huellas del pasado. Allí aún se mantiene la casa que albergó la antigua cárcel, y a nuestro alrededor, los viñedos brotan y las higueras muestran los primeros signos del verano.

El paisaje ya comienza a hablarnos. Nos encontramos con tres fuentes tradicionales que riegan las huertas próximas al Sil, destacando la fuente de A Pinguela, que sigue vertiendo su agua gota a gota como lo ha hecho desde siempre. Es un pequeño milagro de constancia.

Ruinas con memoria y vida salvaje

El camino nos lleva junto a una antigua casa de terratenientes, hoy abandonada. La vieja bodega, que en su tiempo dio riqueza a la familia gracias al vino, ahora está en ruinas. Las cubas, inmensas, miran al cielo tras el derrumbe del tejado. La escena tiene algo de nostálgico y poético.

Los cristales rotos, las balconadas vencidas por el tiempo, la yedra trepando sin freno por la piedra desnuda... Ya no queda nada de la opulencia de la que fue la casa más grande de la zona, cuya propiedad se extendía desde Petín hasta Santa María.

Todo es ruina y silencio. La gran avenida de almendros, que un día anunciaba nobleza y sombra, ha sido devorada por la maleza. Y de los antiguos establos, donde resonaban los sonidos del trabajo y la vida, apenas queda un puñado de paja esparcida al viento.

En lo que fueron verdes praderas, donde pastaban decenas de vacas, vemos ahora a dos jabatos correr junto a su madre, ocultándose entre la maleza. La vida sigue, cambia, se transforma.

El puntito negro es el jabalí que corre a refugiarse

Santa María, Barxela y el agua del año

Nos dirigimos a Barxela y, antes de descender por una empinada cuesta, nos sorprende la visión imponente de la iglesia de Santa María, con su silueta vigilante.

Cruzamos el arroyo de Valbarrán (también conocido como Arroio da Granxa), que baja con fuerza este año gracias a las abundantes lluvias. Unos pasos más adelante, nos encontramos en un cruce que nos lleva a Santa María, Porto y Outeiro, pueblos que nos observarán en cada parte del trayecto desde sus atalayas. 

Del Sil a los godellos

Llegamos a las instalaciones de la empresa de autobuses Atvisa, donde dejamos el asfalto para adentrarnos de nuevo en la naturaleza. Un puente de madera cruza un arroyo procedente de As Fontelas, y a un lado nos acompaña el río Sil, al otro las tierras que antes fueron huertas frondosas y que hoy están dominadas por cepas de godello, la variedad reina de la comarca.

Una parada serena e imaginativa

Antes de abandonar el camino de tierra y volver al asfalto, un banco de madera llama nuestra atención y nos invita a hacer una pausa agradecida. Frente a nosotros, la vista serena del río Sil, una barca abandonada a un lado y un alto nogal cuyas hojas se mecen suavemente, nos envuelven en un momento de calma. Es una escena que despierta la imaginación y nos transporta, por un instante, a una aventura silenciosa dentro de nosotros mismos.

Comienza el ascenso desde el arroyo Bioca

El arroyo de A Bioca marca el final de nuestro caminar sereno por la ribera. A partir de aquí comienza el ascenso hacia Sampaio por una carretera serpenteante, donde cada curva nos regala un nuevo ángulo del paisaje.

A medida que ganamos altura, el valle se despliega ante nuestros ojos como un tapiz vivo: los viñedos a uno y otro del río Sil en calma, los montes recortándose al fondo.

Es un tramo que se siente casi como volar, como si fuésemos aves de presa planeando desde lo alto, reteniendo con la mirada la belleza salvaje y contenida de este rincón de Galicia. Cada curva nos sorprende con un nuevo paisaje; cada recta nos invita a la lentitud contemplativa, a respirar hondo y simplemente dejar que el entorno nos hable.

Final del día en Sampaio

Nos desviamos por el camino que nos conduce al pequeño pueblo de Sampaio. La luz empieza a caer y el aire se vuelve más fresco. Tomamos las últimas fotos del día, recogiendo no solo imágenes, sino sensaciones, y nos prometemos volver el próximo fin de semana para finalizar este primer tramo, caminando desde Sampaio hasta Correxais.