Santa Rita en O Barco, de las fiestas que salían solas a las que cuesta sacar adelante

Santa Rita en O Barco, de las fiestas que salían solas a las que cuesta sacar adelante
Repasamos con la Comisión de Fiestas de Santa Rita la evolución de la fiesta y algunas de las dificultades a las que se enfrentan en estos momentos, como la falta de arraigo y las dificultades para reunir fondos 

Hace unas décadas, la fiesta de Santa Rita se organizaba entre vecinos, vino tinto y platos de escabeche. En la carpintería del barrio se reunían los amigos, los padres, los hijos. No había problema de dinero ni grandes complicaciones. Se hacía lo que había que hacer y siempre había fiesta. Hoy, en cambio, cada decisión pasa por una cuenta atrás económica, por llamadas a orquestas con meses de antelación y por un esfuerzo titánico para conseguir apoyos que ya no llegan tan fácilmente.

Todo esto lo cuentan quienes mejor conocen la evolución de esta celebración. Eduardo Ojea —más conocido como Potolo— fue concejal de Cultura y miembro de la comisión de fiestas durante años, además de vecino implicado desde joven. «Antes, la gente del Barco estaba más arraigada. Sabía que para que hubiera fiesta, había que ayudar. Eso se fue perdiendo», recuerda.

Bastaba con reunirse unos cuantos vecinos, compartir unos peces en escabeche y un vino tinto, y de ahí salía la programación. «Éramos un grupo numeroso de amigos, compañeros, que sabíamos que las fiestas no se hacían solas. Hoy cuesta muchísimo más».

Junto a él, Raúl Álvarez, uno de los actuales organizadores, describe con claridad el nuevo escenario: «Tenemos un presupuesto que es la sexta parte del que se destina a las fiestas del Cristo, y aun así intentamos adaptarnos para ofrecer una programación digna. Pero cuesta mucho».

El problema no es de voluntad, sino de financiación. Conseguir orquestas es más fácil que antes, pero pagarlas, mucho más difícil. La programación musical, que sigue siendo el plato fuerte de la fiesta, se ajusta al céntimo. La comisión trabaja entre seis y siete meses antes del evento para cuadrar cuentas y elegir grupos que se adapten tanto al tipo de público como al presupuesto disponible. «Si tienes dinero, traes lo que quieras. El problema es tener poco dinero y querer muchas cosas», resume Raúl.

Antes, cuando llegaba mayo, los miembros de la comisión recorrían casa por casa para pedir colaboración. «Se llamaba a las puertas y la gente te daba lo que podía», contaban. Hoy, esa práctica ya no se contempla. «Te dan con la puerta en las narices», lamentan. Aunque el ambiente festivo sigue siendo excelente, conseguir financiación es cada vez más complicado.

El presupuesto con el que se levanta cada año la fiesta de Santa Rita llega por varias vías: una parte la aporta el Concello, otra procede de lo que abonan los puestos y las atracciones por instalarse durante los días de celebración, y una tercera fuente importante es la publicidad contratada por los negocios en la revista editada por la comisión, donde se publica la programación.

A ello se suman, en algunos casos, las aportaciones voluntarias de personas particulares. Con ese dinero se cubren los principales gastos de la fiesta: desde las orquestas hasta las flores de la iglesia y de la imagen de Santa Rita que sale en procesión.

El alcalde de O Barco, Alfredo García, explicó que las fiestas del Cristo se financian íntegramente con fondos municipales porque son las principales del municipio. En cambio, Santa Rita —que comenzó como una fiesta de barrio— se mantiene como una celebración organizada por una comisión. «Si el Ayuntamiento asumiera esta fiesta, tendría que pagar también todas las demás: las de cada barrio, cada pueblo… y hay una cesta que tiene un dinero, y es el que hay», argumentó.

El propio alcalde apeló también a la implicación de vecinos y establecimientos: «No se trata de hacer cuentas sobre cuánto voy a ganar. Se trata de devolver, aunque sea un poco, a los clientes que vienen durante todo el año».

Más allá del dinero, hay un cambio de fondo: el de la identidad colectiva. «Antes, la gente de O Barco tenía más arraigo. Hoy vivimos en un pueblo con muchos vecinos que vienen de fuera y no sienten esta fiesta como propia», insiste Potolo. Y esa falta de conexión repercute directamente en el compromiso.

Pese a todo, Santa Rita mantiene su esencia: es la primera gran fiesta del año en O Barco, marca el inicio del buen tiempo y conserva la devoción de siempre. «La procesión de las rosas sigue reuniendo a gente de muchas aldeas», recordaron. Pero si quiere seguir viva, la fiesta necesita algo más que aplausos. Necesita manos, aportaciones y un pueblo que la sienta suya.

Puedes ver aquí el programa completo especial de Santa Rita emitido en Onda Cero Valdeorras