Mónica Yáñez: «Después te tiemblan los brazos, pero en el momento solo haces»
Mónica Yáñez lleva cinco años como agente de la Policía Local de O Barco. En ese tiempo ha hecho muchas cosas, pero pocas tan decisivas como las que vivió en los últimos quince días. En dos ocasiones distintas, y en circunstancias muy diferentes, su intervención fue clave para atender a dos hombres en parada. No presume de ello. Al contrario. Insiste en que simplemente actuó, como lo haría cualquiera en su lugar. Pero no todo el mundo lo hace.
La última de esas intervenciones tuvo lugar este lunes 16 de junio, en la playa fluvial do Malecón. Era su día libre y estaba en el río con su hija. Se encontraba en la ducha cuando notó el alboroto. Alguien gritaba. Un hombre flotaba boca abajo, sin reaccionar. Tres jóvenes se lanzaron al agua para sacarlo, y Mónica corrió descalza hacia la orilla.
«Llamé al 112. Miguel, un técnico que también estaba fuera de servicio, le hizo las primeras insuflaciones. Yo comprobé que no tenía pulso y empezamos la reanimación. Fueron diez minutos muy intensos», recuerda. El hombre fue estabilizado por los sanitarios y trasladado al hospital de Ourense, donde permanece ingresado. Sufrió un infarto, pero se encuentra estable.
Lo que llama la atención es que no era la primera vez que Mónica se enfrentaba a una reanimación, pero sí la segunda en apenas dos semanas. La anterior ocurrió el pasado 1 de junio, durante la Feira do Viño, mientras patrullaba junto a su compañera Eva.
Un hombre se había atragantado con una aceituna en una terraza, eso le dijeron cuando llegaron. Estaba muy grave. «Nos pasaron un móvil con una operadora del 112 que nos fue guiando en todo momento. Nos turnamos para hacer la RCP. También vomitaba, estaba negro. Estuvimos más de quince minutos hasta que llegaron los técnicos», recuerda. Finalmente, se trataba de un infarto.
Aquella fue su primera experiencia real en una situación de parada cardiorrespiratoria. Hasta entonces, solo había practicado en las sesiones de formación: «Siempre lo había hecho con muñecos, y me preguntaba qué pasaría si un día me encontraba de verdad en esa situación. No sabía si me bloquearía». Pero no fue así. «En cuanto te ves allí, empiezas a hacer. Es mecánico. La adrenalina no te deja pensar. Vas a lo que tienes que ir».
Formación, temple y humanidad
Mónica se emociona al hablar de lo vivido. No por miedo, sino por la intensidad de esos momentos. «Mientras estás actuando, no piensas. Vas haciendo lo que sabes. Pero después, cuando todo pasa, es cuando tiemblas».
Reconoce que muchas personas no sabrían qué hacer en una situación así. «Todo el mundo debería aprender a hacer una RCP. La mayoría no sabe, y cuando pasa algo así, cada segundo cuenta». Ella misma se lo preguntaba antes de vivirlo: ¿seré capaz de hacerlo si llega el momento? Ahora lo sabe. Y su respuesta ha sido ejemplar.
Aun así, la agente de la Policía Local evita el protagonismo. Destaca siempre el papel de los demás. En el caso del lunes, recalca la valentía de Andy, Rubén y José, los tres chicos que sacaron al hombre del agua. «Lo que hicieron fue impresionante. Se metieron en el río, con piedras, con corriente. Si no llegan a estar ellos, no habríamos podido hacer nada». Y también de Miguel Alves, técnico de ambulancias O Sil que participó en las labores de reanimación.
Vocación tranquila
«Desde pequeña siempre he sentido la necesidad de ayudar», dice, con total naturalidad. Por eso eligió esta profesión, policía local. No busca reconocimiento, ni titulares. Solo hacer su trabajo lo mejor posible.
En estas dos últimas semanas lo ha demostrado con creces. No con palabras, sino con hechos. Actuó sin dudar, fuera o dentro del servicio. Con la sangre fría de quien se ha preparado, y la sensibilidad de quien no ha perdido la empatía.
«Solo hice lo que había que hacer», repite. Pero no es tan sencillo. No todo el mundo lo hace. No todo el mundo se lanza sin pensar a una situación límite. Y mucho menos, lo hace y después se queda en segundo plano, como si nada. Pero, aunque ella no lo diga, aunque no quiera protagonismos, su labor deja huella. No en los focos. En las personas.
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