Cuando todo parece un ataque: por qué vivimos a la defensiva
Comentarios que hieren, gestos que irritan. Hay días en los que parece que el mundo conspira en nuestra contra. Nos ponemos a la defensiva, respondemos sin pensar, atacamos antes de ser atacados. Pero, ¿por qué ocurre? ¿Es una forma de ser o un mecanismo aprendido? La psicóloga Iria Fernández tiene la respuesta.
Sentirse cuestionado, juzgado o ridiculizado puede activar una actitud defensiva, incluso sin motivo real. «El problema no es cuando hay un ataque y nos defendemos, sino cuando interpretamos que lo hay sin que exista y reaccionamos de forma desproporcionada», explica Fernández. Ignorar los argumentos de los demás, acusar a otros de tener dobles intenciones, justificar cada acción como si estuviera bajo juicio o recurrir a errores del pasado para eludir el presente son señales claras de esta actitud. «Es un piloto automático», señala la psicóloga. «Sucede sin que nos demos cuenta».
Miedo, inseguridad y heridas que laten
No hay una única causa. Detrás de esta actitud pueden esconderse muchas razones. La inseguridad y la baja autoestima generan una falsa fortaleza que encubre fragilidades, mientras que las experiencias traumáticas dejan el eco de críticas o abusos pasados que aún resuenan.
La ansiedad social activa el temor anticipado a ser juzgado, la culpabilidad se convierte en excusa para evitar asumir errores y, en algunos casos, la actitud defensiva es un comportamiento aprendido cuando el entorno convierte la defensa en norma. «Si hemos crecido en un ambiente donde siempre había que justificarse, es probable que hayamos asumido esa forma de reaccionar», añade Fernández.
Para salir de este círculo, la psicóloga recomienda reconocer la actitud y ser conscientes de cuándo y por qué surge, validar las emociones para entender qué hay detrás de cada reacción y reflexionar antes de responder para diferenciar una amenaza real de una percepción errónea. También es clave fortalecer la autoestima para evitar ver ataques donde no los hay y anticipar estrategias para afrontar conversaciones difíciles sin caer en viejos hábitos.
Si la actitud defensiva se ha vuelto crónica, la terapia puede ser clave. «A veces hay que revisar el pasado para comprender el presente», concluye Fernández. Porque vivir a la defensiva no nos protege, nos aleja. Y aprender a bajar la guardia puede ser el primer paso para conectar mejor con los demás… y con nosotros mismos.