viernes. 29.03.2024

Perder al castaño

He leído mucho estos días, seguro que también ustedes lo han hecho, sobre una plaga que está afectando a los castaños de Galicia, y dentro de ella, a Valdeorras. He leído que el bicho en cuestión se llama comúnmente avispilla del castaño; he leído en publicaciones especializadas que se trata de un insecto que procede de muy pocas hembras introducidas accidentalmente en Italia a partir de material vegetal infestado traído de China en 2006.

He leído, que la alta capacidad de proliferación y reproducción de las hembras, es porque son capaces de clonarse a sí mismas, dando lugar a hijas genéticamente idénticas, lo que otorga a este insecto un alto potencial invasor porque un único ejemplar puede dar lugar a millones de invasores en poco tiempo.

He leído multitud de datos técnicos, esto de la ciencia le atrae a una enormemente, no se hacen una idea. Pero también he leído la impotencia, el dolor, la rabia de los recolectores de castañas de nuestra comarca y alrededores, que ven su cosecha peligrar, que ven su sustento perdido. Hago mías ahora las palabras de una persona llamada Natalia Fernández que expresaba su rabia a través de Facebook explicando que un árbol que le quitó el hambre a miles de familias gallegas está en peligro y parece que la administración se ha olvidado del problema.

Los datos técnicos indican que la prevención es la mejor baza que tenemos para no permitir la invasión. Se sabe que la solución más eficaz es la más sencilla, y pasa porque el vivero, antes de vender la planta, la ponga en cuarentena durante al menos un año para comprobar que la planta está libre de agallas, unas bolitas carnosas, muy características, dentro de las que se alimentan las larvas. Así, la planta brotará en condiciones controladas.

Pero, ¿qué hacemos si ya estamos infectados? Esto es lo que las administraciones deberían transmitir a la población. Porque existen soluciones, como la suelta de un depredador natural que puede acabar con ella, de nombre Torymus sinensis, el único medio eficaz hasta ahora para frenar una plaga que avanza imparable.

La agonía se hace lenta para los dueños de soutos de castaños, esperando una solución. Piden socorro. Y de momento se dedican a destruir agallas, porque por cada una que se destruye, se evitan 100 puestas de huevos como mínimo. Fíjense los números que manejamos.

Los castaños son un tesoro, son parte de nuestra herencia, de nuestra identidad. Necesitamos una reacción rápida, ya no hay mucho más tiempo.

Raquel Cruz

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