jueves. 28.03.2024

Conversaciones de bañera

Jugaba en la bañera rodeada de muñecos flotantes. Su madre había dejado que se arrugase un poco más de la cuenta, le encantaba quedarse a solas con sus miles de historias inventadas. Además de una familia al completo, con sus primos, tíos y algún abuelo, a su propósito servían mamá pata y sus patitos, el hipopótamo, el tigre y gorrinos varios. Estos últimos no solían portarse demasiado bien, por eso siempre se encontraban en el borde de la bañera, mirando hacia la pared. Castigados!, les decía levantando el dedo índice y arrugando el ceño.

Agotado el tiempo de baño y justo antes de entrar, aquel día la mamá detuvo sus pasos ante una puerta entornada y una conversación casi susurrada: «Como te portes mal conmigo se lo diré a la profe y ella te castigará», escuchó. Esta vez, contra la pared de la bañera, la pequeña había colocado a una persona; ya no eran los gorrinos los que se habían portado mal. En su mano, la figura de una mamá convertida en profe, que castigaba el mal comportamiento de aquella que miraba a la pared. Y en su gesto, la satisfacción de quien se siente segura dentro de una bañera llena de sueños e ilusiones infantiles.

Un niño sólo combate la hostilidad del mundo con la inocencia, es su única arma. Por eso, es siempre tan frágil. Por eso es tan fácil de romper, de abusar, de robar. Por eso, debemos protegerla. Pero la inocencia es cosa de niños, por eso a los adultos nos cuesta tanto tratar con ella. Debemos, entonces, poner nuestra máxima atención, porque puede esconder grandes secretos disfrazados de juguete, que deberemos descifrar.

Aquella conversación de bañera fue la punta del hilo que sacó a la luz un ovillo de miedos y sentimientos encontrados. Aquel relato inocente logró descubrir los temores de una pequeña, escondidos en su juego cotidiano y que sólo ella conocía. Tras la ilusión del comienzo, llegó después la apatía, la indiferencia incluso, hacia unas clases de danza que tanto quería y cuya asistencia más tarde, intentó evitar. Cada día desde aquella bañera, gritaba más alto, aunque no pudiese oírla, hasta que su inocencia pidió ayuda castigando a aquella muñeca que se había portado mal.

Raquel Cruz

Conversaciones de bañera