jueves. 18.04.2024

Un puñetazo, encima de la mesa

Esta noche Juan no ha dormido. Aún es muy joven pero sabe perfectamente que en la competición nacional hay que “meter ocho para que te den uno”: es karateca, y gallego. Este año además, los campeonatos de España se celebraban en casa, en Santiago, y quería hacerlo bien. Como su hermana Lucía, y los demás chicos, Luis, Jorge, Alejandro e Iago, se habían dejado la piel en cada entrenamiento. Tiempo dedicado a una pasión, restado a la familia, al ocio, al estudio en ocasiones, al descanso. Todo por un podio al que no les dejaron subir. Por eso duele tanto, por eso no es justo.

Este era el año de Herrero, “el guerrero”. Estaba en la cumbre. Llegaba preparado. Sabía qué tenía que hacer y lo hizo. Igual que otras veces, si cabe mejor. Pero se lo arrebataron de las manos. Tanto en kata como en kumite, la primera ronda impecable, arrasó. Llegó la segunda vuelta y se frenó su ascenso. En kata, un rival inferior se hace con la victoria. En kumite, los puntos son invisibles para el árbitro. Juan está fuera del podio.

Juan no quiere un regalo, quiere lo que es suyo. Porque el problema es que sabe que es suyo. Por eso no ha dormido. Por eso y por la rabia. Porque ha visto a sus amigos llorar, incluso a los más grandes que vuelven de un mundial y caen en casa, en primera ronda.

Cuando un competidor de karate afronta la derrota, lo hace en calma. El contrario ha sido mejor, lo admite, reflexiona, entrena con la próxima victoria en mente. Juan no está en calma. Tampoco sus compañeros de selección. El contrario no ha sido mejor, sólo se ha llevado los puntos, y las ilusiones de un equipo de campeones.

En mis años de competición conocí a muchos “Juanes” en la federación gallega, fui uno alguna vez. Y como él, no dormí, y lloré de frustración y rabia. Hasta que un día decidí vestir el escudo de otra selección, y las medallas llegaron. Demasiado tarde porque ya había entendido el juego, un juego ajeno al deporte, ajeno a los sueños de un niño que sólo quiere ganar, porque es el mejor y porque ha peleado por ello.

He visto a una federación gallega volver de un nacional sin medallas pero con 15 cuartos puestos.  Esto no puede seguir siendo habitual. No se puede seguir permitiendo. Los gallegos llevamos la lucha en el ADN, no nos rendimos. Pero no podemos seguir callados y sin hacer ruido. Porque así el karate se muere en Galicia, se muere su espíritu.

Herrero, para Valdeorras eres un campeón, por tu saber estar, por tu kime ante la infamia. Y al campeón, como dice tu maestro, lo hacen sus compañeros, y esa amistad, lo que hace grande este deporte.

Raquel F. Cruz.

Un puñetazo, encima de la mesa