Llegué a casa tras el trabajo. Vino corriendo como siempre y me dio un beso de bienvenida. «He comido toda la merienda y me he portado muy bien» resumió, mientras volvía corriendo a retomar los juegos con su hermana en la habitación. Yo posaba los bártulos, besaba a la pequeña y volvía al recibidor. Y entonces, mientras colgaba mi chaqueta en el perchero, ella se acercó de nuevo a mí, esta vez despacito, con la cabeza gacha. Casi susurrando algo que yo no alcanzaba a entender, y lo repetía una y otra vez. Hasta que me agaché a su altura y escuché: Mami, yo mañana no me voy a hacer mayor, ¿verdad?
Mi silencio se alargaba demasiado frente a aquellos ojos abiertos que me miraban esperando respuesta… Entonces ella insistió: ¿Verdad que no voy a crecer alto alto e ir a la clase de los mayores? Y a la segunda, caí. «No pitufa, mañana no vas a ser mayor, ¿no ves que van a estar todos tus compañeros de clase contigo? Y ellos no son mayores, ¿a qué no?». Aparentemente convencida, volvía al juego y tres segundos más tarde, la preocupación se había ido, al menos, de momento.
Transcurría la tarde y llegaba el momento de preparar las cosas para el primer día de cole. Ahí de nuevo recurrían las dudas, mezcladas con el orgullo de mostrar a su hermana pequeña la mochila de ruedas que sólo ella, por ser mayor, tenía el privilegio de llevar.
Tras la cena, eso de hacerse «alta alta» ya estaba más que asimilado, y entonces llegarían los argumentos de autoconvencimiento: «Mira mami, pues la verdad, ser pequeña es un rollo porque los pequeños no pueden saltar en las colchonetas de las fiestas, así que yo quiero ser mayor»…
Hoy, 12 de septiembre, los alumnos de Infantil y Primaria han empezado las clases. Esperamos que entre ellos haya habido mayoría de valientes autoconvencidos de querer seguir aprendiendo. Buen curso para todos.
Raquel Cruz
Imagen: CEIP Otero Pedrayo de Viloira
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