viernes. 19.04.2024

Las cuncas de barro no se llenarán este fin de semana de vino en Vilamartín dado que la pandemia impide, nuevamente, la celebración de la ruta das covas. Pero el recorrido por estos espacios tan significativos tanto en Vilamartín como en Arcos siempre tiene una razón etnográfica

 «Nadie sabe de cuando son. Pero creemos que tienen más de 300 años», esta es la afirmación que hace Carlos López de las Covas de Arcos. Un hecho que se repite en Vilamartín donde Carlos Feás reconoce que una gran mayoría de ellas provienen del siglo pasado. «Están hechas entre 1920 y 1960, aunque anteriormente ya existían algunas», admite el coveiro.

Y es que parece que Tolkien paso por Vilamartín de Valdeorras para describir las aldeas de los hobbits, con sus chimeneas alzándose entre la tierra en esos tejados en forma de parábola invertida. Precisamente estos lugares fueron creados especialmente para guardar la uva y el vino en unas condiciones climáticas y de humedad perfectas para su conservación. Lugares que después se convirtieron en sinónimo de fiesta y troula, así como de encuentro con familias y amigos. Las covas son, en sí, un lugar para disfrutar.

Imagen de archivo de la Ruta das Covas

Y de disfrute saben mucho las Covas de Vilamartín, más de 200, que este fin de semana deberían celebrar su mayor fiesta, la que multiplica por diez a la población.

Personas venidas desde todos los puntos de Galicia, y también de comunidades aledañas, se acercan tradicionalmente a conocer este prodigio de la naturaleza, los lugares creados con pico y pala para acoger el vino y el encuentro.

La pandemia no permite que este año miles de personas se acerquen a Vilamartín, pero sí que conozcamos la historia de estas peculiares construcciones, más de 200 en el caso de Vilamartín. Iago Ferrer Feás, licenciado en Geografía y Ordenación del Territorio fue el pregonero en 2018 y él, natural del lugar, centró su Trabajo de Fin de Grado, TFG, en ellas. Durante su investigación no encontró prácticamente ninguna documentación sobre la historia de las mismas, sólo una cesión de bienes de 1893 que certifican la antigüedad de estas construcciones.

La troula siempre esta presente en la ruta das covas

El aprovechamiento del entorno y de las posibilidades fueron la base para la creación de las peculiares bodegas. Carlos Feás rememora como la mina romana de la Cantara da Moura fue aprovechada para crear una bodega en ella, «pero no sabemos en qué época fue eso».

Volviendo al 2021, Feás señala que las condiciones de las covas hacen imposible su celebración. Aunque consideraron la posibilidad de organizarlo el evento, las covas son recintos cerrados, en los que es difícil mantener la separación entre los participantes. «Somos más de 50 coveiros y estábamos deseando hacer la ruta, pero son espacios cerrados y no era lógico hacerlo», destacó el coveiro quien explica su mantenimiento; «hay que estar siempre pendiente de ellas. Por ejemplo, en la parte exterior hay que limpiar el respiradero. Y durante el invierno procurar que no haya filtraciones», concluyó.

Arcos

Casi medio centenar de covas son las que adornan las calles de la localidad de Arcos, en el municipio de Vilamartín de Valdeorras. «En la asociación somos 14 o 15 personas», reconoce Carlos López quien destaca que casi todas las bodegas bajo tierra se encuentran en un buen estado de conservación, «casi hay más covas que vecinos», subraya.

Insiste en que no conocen el origen de las covas ya que muchas han llegado a ellos por herencia o por compra. «Yo por ejemplo heredé una y compré otras dos para unirlas entre sí», ha explicado este entusiasta. Destaca también que el trabajo de mantenimiento es continuo, pero no es exigente, «limpiar la hierba que sale por encima y en invierno puede haber desprendimientos», asegura.

Este es el segundo año consecutivo en que las Covas de Arcos no han podido celebrar su tradicional fiesta, «lo vivimos con pena y resignación», advierte mientras recuerda los cientos de personas que se acercaban al lugar y cómo permitían hacer fotos y vivir esta celebración. «Además, tenemos una imagen, San Godellín, que sacamos en procesión. Hemos hecho una hornacina en la que colocarla y así lo haremos cuando por fin podamos volver a abrir las covas al público», destaca.

Sin duda, un alto valor etnográfico y social el de estos peculiares lugares que guardan el vino, pero también el sabor de la diversión y el regusto de la amistad.


Las covas de la historia