Cobas deja ver la luz Navideña a todos los que se adentran en Galicia desde la meseta

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El pequeño pueblo ourensano de Rubiá estrenó decoración navideña hecha a mano por sus vecinos y un “pino de luz” que ya compite «en cariño» con la histórica «Aciñeira de Cobas».

 

El pasado sábado, el último pueblo de Galicia en contacto con la meseta, Cobas —en el concello de Rubiá—, se llenó de luz y decoración navideña. 

Casas de Cobas iluminadas

A la encina reconocida como árbol singular y que recibe el nombre de «Aciñeira de Cobas»,un árbol de 1800 centímetros de altura, 650 cm de perímetro en la base y unos 500 años de historia, le ha salido un competidor. No en altura, ni en grosor y tampoco en años, pero si en «cariño e ilusión» y no es otro que el pino de luz que los vecinos han colgado en la entrada del pueblo donde se encuentra el bar.

La iniciativa nació casi por casualidad, en las tertulias de café de los domingos. María José, Carmen y Estefany —tres de las vecinas implicadas en el proyecto— explican que llevaban años pensándolo, pero que este fue el momento de decidirse. Entre charlas, compras pequeñas, materiales reciclados y objetos traídos de casa, fueron dando forma a una decoración que ha sorprendido incluso a los propios habitantes.

Stefany, Carmen y María José

El día del encendido tuvo su propia cuenta regresiva “como en las ciudades”, dicen entre risas, y estuvo acompañado de un picoteo improvisado que sirvió como excusa perfecta para reunir a todo el pueblo. Acudieron vecinos que viven fuera, descendientes de Cobas que volvieron para la ocasión, y familiares que quisieron sumarse colaborando en lo que podían. Especial agradecimiento merece Fidel, el sobrino de una de las vecinas, que ayudó a montar el árbol luminoso.

La decoración, hecha casi en su totalidad con materiales reciclados, incluye también un nacimiento artesanal donde San José y la Virgen surgen de macetas y goma eva, en proceso de completar con su burro y su mula “que vienen de camino”. Las casas se encendieron también con luces propias, y varias fachadas destacaron por su creatividad. La iglesia, cuentan, será decorada en los próximos días.

El ambiente que se respira entre vecinas y vecinos es de orgullo compartido. Estefany, que vive en Cobas todo el año, explica que deseaba que el pueblo reflejase la Navidad, que se notara la fecha especial y no pareciera un día cualquiera. Y lo lograron: luces, unión y una participación que superó expectativas.

La iniciativa ha fortalecido el sentimiento comunitario. Incluso quienes no se consideran “manitas” colaboraron en otras tareas, demostrando que la unión vecinal sigue siendo el corazón de las pequeñas localidades.

Cobas luce ahora brillante, cargado de espíritu navideño y de un orgullo que no se compra, sino que se teje entre cafés, conversaciones y manos que trabajan juntas. Un pueblo pequeño que ilumina grande: por sus luces, sí, pero sobre todo por su gente.