O Castelo una Navidad entre agujas, ganchillos y..., vecindad

El pueblo que calceta sin que se suelten los puntos

En O Castelo, pequeño pueblo de Rubiá, la Navidad no se compra: se teje. Y lo hace un grupo de mujeres que, agujas en mano, han decidido que este año las luces, los adornos y hasta la ilusión salgan de sus propias manos. Ellas mismas lo dicen entre risas: «Aquí tejemos Navidad… y tejemos compañía».

Cada semana, en el centro social, se repite una escena que recuerda a aquellas reuniones de antes: unas saben más, otras están aprendiendo, y todas enseñan algo. Charlan, hacen ganchillo, comparten historias, y al final, como recompensa, un chocolate con churros preparado también por ellas cierra la tarde con sabor a hogar.

«No es un curso», insisten. «No hace falta saber. Solo hay que venir con ganas». Y con esa filosofía de abuelas —de paciencia, de cariño, de hacer despacio pero juntas— han puesto en marcha un proyecto que ya ha contagiado al pueblo entero.

Porque lo que empieza entre agujas acaba en las calles. Todos esos trabajos tejidos en casa o en el centro social servirán para engalanar O Castelo, reciclando, tejiendo y llenando cada esquina de un adorno que no se compra: el del cariño compartido.

Y no están solas. En O Castelo trabaja todo el mundo: mayores, pequeños, hombres, mujeres… «El que no pone tablas pone puntas, el que no pone puntas pinta, el que no pinta corta botellas, el que no corta botellas hace estructuras», cuenta Yolanda Gómez Prada, una de las impulsoras. Y lo dice con el orgullo de quien ha visto cómo un proyecto pensado para cuatro manos se ha convertido en un movimiento que une a todo un pueblo.

La idea surgió una tarde cualquiera. Se acercaba el invierno y, con él, el silencio después del bullicio del verano. «Había 14 o 15 niños jugando y pensé: cuando llegue el frío, ¿qué harán?». De ahí nació la primera propuesta: hacer guirnaldas de goma eva, con Papá Noel, calcetines, corazones… pequeñas piezas coloridas para decorar el bar y las calles.

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Pero la chispa prendió más rápido de lo esperado. Las mujeres del pueblo quisieron unirse, luego las familias, y después… el pueblo entero se vino arriba.

A cada casa se le asignó un proyecto: letras gigantes recortadas con caladora, velas hechas con tablas de palés, figuras recicladas, botellas transformadas en adornos, animales navideños tallados en troncos. Luis aportó madera, otros pusieron herramientas, y entre todos fueron levantando un catálogo entero de imaginación rural.

Y entonces llegó el reto mayor: un árbol de crochet.

La idea la lanzó Sandra, aceptaron casi sin pensar… y al minuto ya estaban arrepentidas del tamaño del desafío. Las mujeres se pusieron a tejer cuadradito a cuadradito: más de 500 piezas, montadas sobre una estructura hecha por «el chico bueno con las manualidades», siguiendo un diseño matemático del «chico de las mates»..., y es que las mujeres de O Castelo tienen un chico para casi todo.El resultado: un árbol de 2 metros 20 de altura por 2,40 de diámetro, tejido por todo el pueblo.

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Belén, Reyes Magos, adornos, luces, personajes, figuras… Cada familia ha creado algo. Y, como remate misterioso, un detalle sorpresa que Alba ha preparado para regalar a todas las casas el día de la inauguración.

La magia se desvelará el 7 de diciembre a las 17:00, tras un día entero montando los adornos. Habrá bendición del sacerdote, quien acaba de llegar al pueblo, y se espera la presencia del alcalde si la agenda lo permite.

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Pero más allá del programa, lo importante ya ha ocurrido: O Castelo ha tejido algo más grande que la Navidad. Ha tejido comunidad. 

En cada guirnalda, en cada tronco convertido en arte, en cada bufanda enroscada en un tronco con historia del Apalpador, hay horas de conversación, de risas, de aprendizajes heredados.

Entre puntada y puntada, O Castelo ha levantado un pueblo más unido, más visible, más vivo.

Y por eso, gracias.

Gracias a quienes, con una aguja, una bombilla, un cartel, un lazo o un abrazo, construyen comunidad. Porque sois vosotros quienes haceis que Valdeorras —y todo lo que la rodea— siga siendo un lugar fuerte, luminoso y lleno de futuro.