Valdeorras Pueblo a Pueblo - Carballal (Petín)

Nos adentramos en rincones que sólo sus moradores conocen, descubrimos la riqueza natural y artística, develamos secretos de una tierra y de sus gentes.
Conocemos las aldeas de la comarca de la mano de sus vecinos que compartirán su manera de vida, tradiciones, historia… En Valdeorras Pueblo a Pueblo, hacemos parada en Carballal.

Desde la plaza de Petín iniciamos el camino. Antes de llegar, nos detenemos en lo que fue un antiguo aserradero. Las vistas sobre el valle son inigualables. Un paisaje impresionante. De día… y también de noche.

Carballal guarda la memoria de un pueblo vivo. Un lugar con comercios, talleres y oficios. Había zapateros, sastres, ferreiros. Había cafés, un estanco, hasta un cine.

La vida bullía en sus calles. El sonido del agua acompañaba la vida diaria. Fuentes como la de A Pinguela, de 1769. Lavaderos donde se compartían charlas y canciones. El agua era vida. El agua era encuentro.

Las bodegas se extienden en la parte alta y baja del pueblo. Viñedos que tapizaban el paisaje. El vino era sustento. El vino era tradición.

La iglesia de Santa Apolonia preside la vida religiosa. Un templo sencillo, pero lleno de historia. Símbolo de fe y de comunidad. Enfrente los restos de una antigua casona que fue morada de frailes y de la que solo queda en pie el palomar

Carballal también conoció la dureza del trabajo en la mina. La mal llamada mina de wolfram ya que allí nunca se extrajo, el material llegaba de contrabando desde Casaio, y se depositaba en la boca de la mina para dar apariencia de actividad. 

La explotación breve y modesta realmente era de cobre, y hoy solo quedan bocas y restos de galerías, que han dejado al descubierto los incendios, como huella de aquel pasado entre la realidad minera y la leyenda del estraperlo 

La infancia transcurría entre juegos en las airas. Bolas, bolinchas, triquel. También en la escuela. Un espacio que dejó recuerdos imborrables. La maestra, Doña Arita, exigente pero querida. Para muchos, los años más felices de su vida.

Las familias eran grandes. Las casas estaban llenas de juventud y de risas. La sociedad giraba en torno al campo. La agricultura, la ganadería, el vino. Un esfuerzo compartido, un modo de vida.

Carballal tiene nombre propio. Vecinos que marcaron una época. Personas queridas como Canor, siempre recordado con cariño.
Es momento de despedirnos de Carballal. Dejamos atrás su historia, sus montes, sus fuentes, sus bodegas. Nos llevamos el recuerdo de su gente.
La memoria de un pueblo que sigue vivo en quienes lo habitan. Gracias a los vecinos por abrirnos sus puertas y su corazón.
Nos vemos en la próxima parada de Valdeorras, Pueblo a Pueblo.

Amparo Munín, Eulogia Díaz, Carmen Prada, Laura Díaz y Teresa García