La lluvia no dejó alumbrar la luz de los caracoles en la Procesión de la Soledad de Petín
Este año, el cielo no dio tregua. La intensa lluvia impidió que la imagen de la Virgen de la Soledad saliera a recorrer las calles del viejo Petín, una tradición profundamente arraigada en el corazón de la Semana Santa petinesa.
Conocida también como la Procesión de los Caracoles, esta ceremonia singular combina la devoción religiosa con un toque de misticismo ancestral. Cada Viernes Santo, tras la puesta de sol, el pequeño municipio se prepara para vivir una de sus citas más esperadas: el desfile de la Virgen de luto, iluminada en un tramo, tan solo por la tenue luz de los caracoles llenos de aceite que, colocados cuidadosamente en ventanas, muros y balcones, guían su camino.
A pesar de ello, el alma de la tradición resistió. Dentro de la iglesia, en silencio sepulcral, los hombres del pueblo entonaron el Miserere, un canto que, año tras año, estremece a quien lo escucha por su solemnidad y carga emocional. Fue, en esencia, un acto íntimo, recogido, pero igual de profundo. Un recordatorio de que la fe y la memoria colectiva pueden resistir incluso a la tormenta.
Aunque este 2025 no haya dejado ver la luz de los caracoles, el sentimiento sigue intacto, esperando volver a brillar el próximo año por las empedradas calles de Petín.
<