Carnicería Murias, carne de gran calidad para toda celebración que se precie
No hay fiesta que se precie sin un buen plato de comida que llevar a la boca. Y por eso la Carnicería Murias, que regenta Guzman Díaz, se convierte estos días, en una parada imprescindible para todos aquellos petineses que quieren llevar a su mesa carne de gran calidad, con la que deleitar a sus invitados.
Los cabritos y los trufados caseros, elaborados con la receta de antaño, siguen convirtiéndose en los platos estrella durante los festejos. En estas fechas Carnicería Murias puede llegar a vender hasta 70 cabritos, aunque hace 30 años, la cifra se podía elevar hasta las 200 piezas. «El cabrito no puede faltar en las fiestas de Santiago, en Petín», reconoció Díaz. Sin embargo, en el pueblo, «cada vez hay menos gente y esta carne la suelen demandar más las personas mayores. Los jóvenes, al ya no estar sus padres, optan por otro tipo de comida, por eso las ventas han bajado».
En estas fechas, Carnicería Murias también vende mucho embutido. «El entremés también tiene mucha demanda estos días», dijo. Su salchichón, su chorizo, su lomo, sus androllas, o sus botillos han recorrido ya medio mundo. Desde Petín han viajado a distintos puntos de España como Barcelona o Madrid, pero también fuera de las fronteras nacionales. París, Londres o Nueva York son algunos de los destinos en los que han recalado los productos que ofrece esta carnicería, todos ellos elaborados a partir de materias primas locales.
El proceso para elaborar sus productos no ha cambiado con los años, las androllas, los botelos o los chorizos se siguen haciendo al estilo tradicional, y se siguen curando con leña de roble. Además, están fabricados «sin aditivos». «Son productos naturales y artesanales, y eso es lo que le gusta a la gente», apostilló Díaz.
Carnnicería Murias es un negocio familiar, que en el año 1973 fundó Amadeo Díaz, el padre de Guzmán. Pero, lamentablemente cuando su padre falleció Guzmán, que contaba con tan sólo 20 años, tuvo que tomar las riendas del negocio, que ha conseguido mantener a flote hasta día de hoy.
Y aunque este trabajo le gusta mucho, su gran afición es ir al campo y cultivar el viñedo que tiene en Barxela, donde también tiene una granja porcina. «Este trabajo me encanta, pero mi gran pasión es la uva, me encanta ir al campo, podar, sulfatar… eso para mí no es un trabajo es un hobby», dijo. «También vendemos cerdos para criar, pero es un negocio que cada vez va a menos, y que tiende a desaparecer, porque la gente que cría en casa suelen ser personas mayores que van faltando o que ya no pueden atender los animales», concluyó.