La alcaldesa de Petín revive la angustia del incendio que cercó varias aldeas

La alcaldesa de Petín revive la angustia del incendio que cercó varias aldeas
Los vecinos de Santa María (Petín) se refugiaron en bodegas y covas huyendo del fuego, que quemó naves industriales y parte de las instalaciones de la empresa Autoneum en A Rúa

La alcaldesa de Petín, Raquel María Bautista, apenas puede contener las lágrimas al recordar lo vivido el viernes, cuando varias aldeas del municipio quedaron cercadas por el fuego. «Fue una situación extrema», reconocía aún con la voz rota.

En Carballal, las alarmas de los teléfonos móviles obligaron a confinar a los vecinos. «Había que cerrar ventanas y no salir, porque no solo eran las llamas, era también el humo. Llegó un momento en que no se podía ni respirar», relata. En Sampaio y Mones, la situación tampoco dio tregua: «Cuando llamé a Sampaio, ya estaba todo el mundo fuera. En Mones quedaron algunos vecinos que intentaban apagar el fuego y no quisieron salir».

Isidro, vecino que ayudó a resguardarse a los vecinos de Santa María

El momento más dramático se vivió en Santa María, que en cuestión de minutos quedó rodeada por las llamas. Varios vecinos se refugiaron en bodegas sin salida posible. «Me decían que no iban a salir, que no fuéramos a buscarlos porque no podíamos entrar», recuerda la regidora. Entre sollozos, relata cómo una vecina le suplicaba: «Por Dios, Raquel, saca a mi hijo». Finalmente, todos fueron evacuados, aunque ardieron una vivienda, varias palleiras y dos bodegas. La iglesia, que llegó a verse rodeada de fuego, se salvó in extremis.

 

Isidro, uno de los vecinos que colaboró en las tareas de auxilio, explicó que «Santa María era una ratonera, estaba ardiendo por todos los lados». Junto a otros, logró reunir a varios habitantes y resguardarlos en una bodega hasta que pudieron sacarlos en vehículos hacia Petín. Otra parte del vecindario tuvo que refugiarse en la «cova do Delfín», hasta que fueron recogidos minutos después por un coche de Protección Civil.

 

La propia alcaldesa relataba cómo recibía llamadas desesperadas desde distintos puntos: «Ayer me llamaban de Freixido, de A Portela, de Mones, de Santa María, de Sampaio… era imposible. Todo ardía a la vez». En Carballal, incluso, las llamas llegaron a superar el cementerio, obligando a evacuar a los vecinos.

El viernes fue también un día de agotamiento extremo para los equipos de extinción. En el depósito de butano de A Rúa y Petín, un bombero hablaba con resignación después de casi doce horas seguidas de trabajo: «Esto se va solucionando paso a paso. Sale un foco allí, lo intentamos solucionar; sale otro en otro lado, vamos al otro lado. Vamos de un lado para otro a palos de ciego, no tenemos otra manera». Comenta que el incendio ya había prendido el día anterior y que vuelve a reavivarse una y otra vez.

Los vecinos coinciden en la falta de medios. «En Santa María no atendieron mucho, la verdad», señalaba una mujer, que explicaba cómo tuvieron que regar los alrededores de las casas con mangueras domésticas y hasta con botellas de agua. «Aquí ha habido gente con mangueras, gente incluso con botellas colaborando. Estaban regando ellos eso cuando llegamos a buscar las mangueras», añadía otro vecino.

Restos de una de las naves que ardió en el polígono de As Pedreiras

Pese a la rabia y la impotencia, insistían en el agradecimiento hacia brigadas y bomberos, «que se están dejando el lomo» para contener el avance de las llamas.
 

Mientras tanto, el viernes las llamas alcanzaban el polígono industrial de A Rúa. En la empresa de gaseosas Distribuciones Roca recuerdan la desesperación al ver cómo el recinto quedaba rodeado de pinos y maleza en llamas. «Era un verdadero infierno, pensábamos que iba a desaparecer todo», contó David, uno de los trabajadores. «Gracias a Dios conseguimos apartar el fuego de las fuentes más peligrosas, como los envases y las botellas de gas», concluye.

Autoneum

El fuego afectó a varias naves, entre ellas Autoneum, dedicada a componentes para automóviles. Allí ardió el vertedero de residuos y parte de las instalaciones, aunque el edificio principal parece haberse salvado.

La combinación de calor, viento y terreno seco convirtió el viernes en una jornada límite para vecinos, brigadas y fuerzas de seguridad. El esfuerzo conjunto evitó que el desastre fuera aún mayor, pero el peligro no ha desaparecido.