El cambio de hora: un castigo innecesario, aunque durmamos una hora más

Hoy cuando el reloj marque las 3:00 horas habrá que volver la aguja grande a las 2:00 horas, un gesto pequeño que tiene consecuencias enormes en nuestro día a día, especialmente para quienes vivimos en Galicia

 

En Galicia vivimos en una esquina del mapa, somos el final de Europa por donde el sol se marcha cada día. Pero, a pesar de estar más cerca de la hora portuguesa que de la alemana, seguimos un horario que no responde a nuestra realidad. Y cada vez que llega el cambio de hora, esa incoherencia se nota más.

Esta madrugada volveremos a retrasar el reloj. Un gesto simple, pero que aquí se traduce en una condena, a las cinco y pico de la tarde ya es prácticamente de noche. Mientras tanto, nuestro cuerpo, que se guía por la luz natural y no por decisiones burocráticas, trata de ajustarse a un ritmo impuesto. Dormimos peor los primeros días, nos cuesta arrancar por las mañanas, y por las tardes sentimos que el día se nos esfuma sin haberlo vivido.

El cambio de hora es especialmente cruel en Galicia porque aquí la luz vale oro. Nuestro clima no siempre nos regala cielos despejados, así que cada minuto de claridad cuenta. Cuando salimos del trabajo o de clase y ya está oscuro, el ánimo se nos apaga un poco también. Y claro, se reducen los paseos, las compras, los cafés al aire libre… la vida social se achica con la luz.

Es irónico, somos tierra de costa, de mar abierto, de horizontes largos… pero la luz se nos va demasiado rápido por culpa de un huso horario que nunca fue el nuestro. La decisión de alinearnos con Europa central se tomó hace más de 80 años y aún seguimos arrastrando sus consecuencias sin haber preguntado si tenía sentido para Galicia.

Si Galicia adoptase la hora de Portugal —la que nos corresponde por posición geográfica— viviríamos más acorde al sol. El amanecer llegaría antes, el día sería más equilibrado, y dejaríamos de fingir que vivimos en Berlín.

Mientras tanto, cada cambio de hora es un recordatorio de que aquí el tiempo avanza en contra, la relojería social nos roba la luz que la naturaleza nos quiso dar.

Quizá ha llegado el momento de que en Galicia reclamemos una hora propia. No se trata solo de relojes, se trata de bienestar, de identidad y de calidad de vida. Porque si algo sabemos los gallegos es que la luz, cuando llega, hay que aprovecharla… no desperdiciarla por culpa de un horario que mira hacia el este mientras nosotros miramos al mar, aunque los valdeorreses seamos de tierra adento