5 de noviembre, una fecha que reconoce y pone en valor la labor de los cuidadores

Una reflexión sobre el Día Internacional de las Personas Cuidadoras y la entrega que sostiene a quienes ya no pueden sostenerse solos.

El calendario de los días internacionales marca uno que, personalmente, me toca muy de cerca… y estoy convencida de que también toca a muchos de ustedes.

A todos los que han tenido mayores en casa: abuelos, tías, padres. Hoy es el Día Internacional de las Personas Cuidadoras. Y yo necesito ponerle un nombre propio, porque en este día no puedo evitar pensar en Belén.

Belén encarna al cuidador con mayúsculas. Ese cuidador que no solo atiende el cuerpo, sino que sostiene el alma. Ese que se entrega, que acompaña, que quiere como si esa persona formara parte de su familia. Y no de una manera cualquiera: de una forma verdadera, profunda, sincera.

Belén cuidó —o mejor dicho, se entregó— a mis padres. Con ellos rio y con ellos también sufrió. Sabía más de sus gustos que yo misma y con su infinita paciencia hizo que su día a día fuese más fácil, más amable, más humano.

Y quiero seguir diciendo cosas de ella, porque en Belén se resumen las virtudes de todos los buenos cuidadores: La paciencia que no se agota. La ternura que sostiene cuando las fuerzas fallan. La escucha que reconforta más que cualquier medicina. La presencia constante, incluso en los días difíciles. La dignidad con la que ayudan a vivir… y también a despedirse.

Belén estuvo con ellos hasta el final. Los lloró y sintió su ausencia como si fueran los suyos, y créanme: ese abrazo, esa entrega, reconforta en extremo.

Yo siempre he pensado que los cuidadores nacen, no se hacen. Que desde pequeños vamos eligiendo ese camino sin darnos cuenta. Te encargan cuidar a tu abuela cuando todavía no sabes ni atarte los cordones, y lo haces.

Y cuando creces, te acercas a las personas mayores, les preguntas cómo están, qué necesitan… sabiendo que la mayoría de las veces solo necesitan cariño, conversación, compañía. 

Más tarde la vida te pone situaciones nuevas, una tía enferma, la amiga de tu madre que necesita ayuda… y ahí estás.

Y un día llega la prueba más grande, cuidar a tus propios padres. Y entiendes que ser cuidador es, quizá, de las experiencias más transformadoras de la vida. Son momentos que no se olvidan y sensaciones en las que el amor lo llena absolutamente todo. Y se lo dice alguien que lo ha vivido.

El 5 de noviembre, como hoy, se rinde homenaje a todas esas personas —profesionales y familiares— que dedican su tiempo, su energía y su corazón al cuidado de quienes más lo necesitan: personas mayores, dependientes, enfermos o personas con discapacidad.

El Día Internacional de las Personas Cuidadoras se estableció en 2014 para reconocer una labor imprescindible: la de quienes dan lo mejor de sí mismas para mejorar la calidad de vida de otro ser humano.

Una persona cuidadora es aquella que ofrece apoyo, compañía, higiene, organización, conversación, calma, estabilidad y, sobre todo, dignidad.

Alguien que ayuda a vivir con más luz y, cuando llega el momento, también ayuda a partir con menos miedo. Por eso hoy quiero enviar mi más sincero cariño y agradecimiento. A Belén, a Wanda, a Ángeles… Y a todas esas personas —muchísimas— que entregan cada día sus manos, su tiempo y su corazón para cuidar de otros.

Hoy, su día, es también un recordatorio del inmenso valor de su labor.