viernes. 29.03.2024

O Bolo ofrece al visitante una estampa bucólica donde se unen naturaleza y bellas construcciones

Como dice la canción: “El verano ya llegó y la fiesta comenzó” y es que, después de un centenar de días en estado de alarma a todos nos apetece un poco de ocio y de actividades diferentes, eso sí, adaptados a la nueva realidad en la que estamos inmersos: mascarilla, higiene y distancia de seguridad.

Playa fluvial en As Ermitas

Por eso tenemos que buscar estas alternativas sin recorrer grandes distancias para disfrutar de entornos privilegiados como el que nos ofrece O Bolo, un paraje escondido en el corazón de la comarca de Valdeorras formado por 18 parroquias con muchos lugares por descubrir.

La historia bolesa está ampliamente ligada a la del Conde al que perteneció la villa a finales del siglo XIV; Pedro Enríquez de Castilla. Precisamente podemos comenzar la visita a primera hora de la mañana en O Bolo por uno de sus monumentos más reconocidos, el Castillo de O Bolo en el que sus muros guardan toda la historia del lugar. Construido en el siglo XII sufrió importantes daños y fue reconstruido en el siglo XVI y después abandonado para ser escuela, cantera, cárcel e incluso campo de fiesta. Tras su rehabilitación, podemos realizar la interactiva visita propuesta en este, ahora, centro de interpretación.

Entrada al Castelo de O Bolo

Como el calor del día va apretando lo mejor es acercarse al río Bibeí en la aldea de As Ermitas, ubicada en el fondo del sinuoso valle del río.  Y más cuando este nos ofrece unas vistas maravillosas como es la del Santuario, una de las obras más relevantes del barroco en Galicia. Allí su playa fluvial es un pasaje ideal para tomar un baño de sol, refrescarnos y disfrutar del agreste paisaje y de la imponente visión del santuario.  Un paisaje, salpicado de viñedos y olivos árboles para dormir una buena siesta y patrimonio etnográfico en su entorno, con tres antiguos molinos de harina y aceite recientemente restaurados.

Playa fluvial de As Ermitas

Y para acabar el día, nada como ver atardecer en el mirador de Santa Cruz. Un lugar lleno de las historias de los peregrinos que acudían al cercano santuario de As Ermidas o que, desde Manzaneda, iban a O Bolo y a O Barco. En la carretera de acceso se encuentra el mirador, indicado con una cruz donde además hay piedras pintadas y esculturas realizadas con material reciclado por uno de los vecinos enamorados del lugar.  Asimismo podemos aprovechar para conocer los vestigios del castro de O Souto, localizado a unos metros al oeste de Santa Cruz sobre una pequeña loma.

Pero no nos podemos ir de O Bolo sin visitar el banco más raro del mundo, en el Miradoiro da Salesa, en Celavente. Una historia preciosa la que guarda este lugar en el que siempre se paraba Salesa Losada, una mujer que caló hondo entre sus vecinos que al año de su fallecimiento financiaron la creación de este asiento de madera con sinuosas formas. Del artesano de Chandoiro, Brais en él se admiran las seductoras vistas de O Bolo, Manzaneda, Larouco, Petín y A Rúa.

Gastronomía bolesa

Si por algo se caracterizan las tierras de O Bolo es por su buena comida regada por un mejor vino. Prueba de la importancia de ésta son los hornos de Celavente, las antiguas construcciones ahora recuperadas, creadas de manera comunal y que servían al pueblo.

Entre los productos más tradicionales de la comida bolesa

nos encontramos el lacón con grelos, las empanadas, el pulpo a feria, las

castañas y por supuestos los dulces como los almendrados que dejan un buen

sabor de boca a toda visita a esta tierra.

O Bolo, el lugar mágico del rio Bibei