Un Belén con alma de pizarra: el homenaje de Raúl Díaz a Éntoma

El louseiro jubilado transforma más de seis décadas de amor por la pizarra en un Belén único que recorre la historia, la vida y la memoria colectiva de Éntoma (O Barco)

Raúl Díaz se define, sin dudarlo, como un enamorado de Éntoma. Y basta recorrer el Belén que expone estos días en el pueblo para entender que no es una frase hecha. Es una declaración de vida. Cada rincón, cada figura y cada movimiento de esta instalación hablan de raíces, de oficio y de un profundo cariño por la tierra que lo vio crecer.

Su historia con la pizarra comenzó hace ya más de 60 años, cuando tenía apenas 12. Desde entonces, este material —símbolo de riqueza y esfuerzo en Valdeorras— marcó su camino personal y profesional. Louseiro de profesión, y sobre todo de corazón, Raúl encontró en la jubilación una nueva forma de dialogar con la pizarra: ya no solo como sustento, sino como lenguaje artístico y memoria viva.

El Belén fue inaugurado hoy a las 12 del mediodía y puede visitarse en Éntoma hasta el 7 de enero. El horario de visitas es los sábados y festivos de 12.00 a 20.00 horas, y los días laborables de 17.00 a 20.00 horas, con la presencia del propio Raúl durante buena parte del tiempo, siempre dispuesto a explicar cada detalle de la obra.

Este Belén es mucho más que una representación navideña. Es un mapa emocional del pueblo. En él aparecen la iglesia, los ríos, los bancales, las antiguas escuelas, los caminos y hasta escenas del trabajo diario en la cantera. Todo está hecho a mano, con paciencia infinita, en su casa, “a ratitos”, como él mismo dice, perdiendo la noción del tiempo mientras las ideas toman forma.

Las figuras no son estáticas. Muchas se mueven gracias a mecanismos totalmente artesanales: el alfarero, el serradero, el molino, las gallinas, el burro que gira sin parar… Todo funciona con ingenio y precisión, recordando oficios tradicionales y escenas que formaron parte de la vida cotidiana de la zona. Cada detalle tiene una historia detrás, muchas de ellas personales, otras compartidas por todo un pueblo.

Entre esos recuerdos, Raúl reserva un lugar muy especial para el lanzamiento de aixada, una tradición que marcó durante años la vida festiva de la zona y que él vivió muy de cerca. En el Belén se rinde homenaje a esta disciplina popular, que llegó a contar con competiciones, distintos pesos de aixada y marcas que todavía hoy se recuerdan con orgullo. Para Raúl, el lanzamiento de aixada no es solo un deporte: es memoria colectiva, esfuerzo y compañerismo, valores que quiso dejar reflejados en su obra.

 

El Belén también rinde homenaje a otras tradiciones: la romería, la música de charanga, la vendimia, las hojas de las viñas más representativas de Valdeorras —Godello, Mencía, Garnacha—, el Camino de Invierno y el paso de los peregrinos por Éntoma. Incluso hay dedicatorias cargadas de emoción, como la bandera italiana en recuerdo de un peregrino amigo que durante años visitó el pueblo.

Nada escapa a la mirada de Raúl: las campanas son de pizarra, las cubas de madera están hechas por él, las piedras son de distintos orígenes y texturas, elegidas con cuidado para dar realismo a cada escena. La cantera ocupa un lugar central, con camiones, cortadores y embaladoras, en un guiño sincero a un trabajo duro que marcó generaciones enteras.

Visitar este Belén es recorrer la historia reciente y antigua de Éntoma, pero también es encontrarse con la pasión de un hombre que supo transformar su oficio en arte y su memoria en legado. Raúl no solo expone un Belén: comparte su vida, su agradecimiento y su orgullo por una tierra que sigue latiendo, pieza a pieza, en cada fragmento de pizarra.