La profe Ana: «Un momento muy especial para mí fue el año que yo llevé de la mano a mi hija y a mi lado mi madre, entramos en el colegio las tres»
Ana Rodríguez Novoa dice adiós al Otero Pedrayo de Viloira tras 37 años dedicada a la enseñanza, su pasión y su vocación, aunque en ella algo han tenido que ver sus padres, ambos maestros, de casta le viene al galgo. «Mis padres fueron profesores, los dos. Mi padre fue muchos años director del colegio Julio Gurriarán, era el famoso don Joaquín —aún se acuerda mucha gente de él, desafortunadamente murió hace 14 años— y mi madre fue muchos años profe en el colegio de Viloira. Hoy por hoy es la profe viva más antigua que estuvo en el cole, es doña Lolita».
Estudió en el cole del que ahora se despide y, no solo eso, sino que tanto ella como su madre inauguraron el centro educativo. «El cole se inauguró conmigo en primero. Hice los ocho cursos. Y, y después, claro, hice la carrera. Estuve un año interina y otro provisional en Casaio y luego ya al colegio», en total 35 años impartiendo clase en el mismo lugar y a los mismos niños, a los de infantil. «Terminé la carrera a los 22 años y con 24 daba clases en Viloira», apostilla.
«Estuve toda mi vida en educación infantil, desde que empecé hasta hoy. Siempre, siempre en educación infantil», recalca. «Tuve la oportunidad de cambiar para primaria, pero no quise. Mi mundo son los niños pequeños». Y, es que la profe Ana —como quiere quela llamemos y como la llaman «sus niños», en este punto su voz suena a una eterna sonrisa en los labios— es de esas docentes en las que la vocación está presente en cada palabra que pronuncia y su amor a los niños y a lo que hace también.
«Yo soy la profe Ana de toda la vida y me encanta. Como mi nombre es corto, ponerle el profe delante me llena. De hecho me pusieron en todo profe Ana, profe Ana, porque saben que me gusta», dice refiriéndose al homenaje que le dieron sus compañeros y compañeras este fin de semana. y es que la fiesta fue muy bonita y llena de emociones. Nos cuenta: «Mi despedida la dediqué a momentos de mi carrera profesional y un momento muy especial para mí fue el año que yo llevé de la mano a mi hija y, a mi lado, mi madre; entramos en el colegio las tres. Mi madre y yo como profes y ni hija como alumna».
«Sus niños» no faltaron en el repaso a su vida profesional: «Momentos bonitos con los niños, toda la vida. Tengo la satisfacción de haber estado 35 cursos en el cole, pienso que con muy pocos problemas. Siempre llegando a entendimiento con mis padres y mis compañeros y eso también es bonito». «Entrando en la clase y olvidándome de todos los problemas, porque cuando entras en un aula de infantil tienes que dejar los problemas en la puerta. Los niños de infantil, son mi mundo. No sé hacer otra cosa que estar con los niños de infantil. Ellos aprenden de ti, pero yo siempre aprendí algo, todos los días me enseñaban algo. Y luego, ser paciente, escucharlos. A los niños de infantil hay que escucharlos y acompañarlos y estar con ellos, es lo que más necesitan», reflexiona mientras conversamos.
Llega el momento de concluir esta conversación y lo hace con un guiño al futuro en tiempo presente, eso sí, con la nostalgia a flor de piel. «Ahora hay que disfrutar de otra manera. Son muchos años pensando en los niños, pensando en hacerle actividades y cosas que les gustaran. Siempre estamos pensando en ellos. Aun no acabamos de hacer una y ya estamos con otra, pero bueno, lo hacemos por los niños, te llena de satisfacción ver que les gusta que están contentos».
Su pasión por la enseñanza, se aprecia en cada una de esas palabras que salen de sus labios, en cada una de sus inflexiones de voz. Trasmite la tranquilidad de una persona que sabe lo que hace porque toda su vida ha estado dedicada a ello en cuerpo y alma. Ahora toca hacer el cambio, pero les puedo asegurar que «sus niños» siempre estarán en su cabeza y en su corazón.
Fotos cedidas