Isabel Gavela recomienda "Bajo la piel"

La escritora de  Bajo la piel, Susana Rodríguez, mezcla los principios y los finales

Un sábado más, Isabel Gavela, de Librería Praxis, nos trae la novela recomendada para esta semana, que en esta ocasión es “Bajo la piel”, de Susana Rodríguez Lezaun. Además, ha informado de la lista de los libros más vendidos en la tienda:

  1. Sira, de María Dueñas
  2. El juego del alma, Javier Castillo
  3. El arte de engañar al karma, Elisabeth Benavent
  4. Independencia, de Javier Cercas
  5. Castellano, Lorenzo Silva

"Bajo la piel"

No es fácil tratar con Marcela Pieldelobo.

Nacida en Biescas, un pequeño pueblo del Pirineo aragonés, es desde hace una década inspectora del Cuerpo Nacional de Policía en Pamplona. Una mujer excesiva en sus costumbres y afectos, y también en el original tatuaje que se enrosca en su cuerpo y que apenas nadie conoce. Está convencida de que las órdenes son susceptibles de interpretación, que hay cosas que es necesario guardarse para uno mismo y que las puertas cerradas pueden dejar de estarlo si se sabe cómo abrirlas. Aunque no tengas una orden judicial. No os podría decir si Marcela me ha caído bien o mal. A veces de una manera y a veces de otra. Ha sido una novela de sentimientos muy contradictorios.



El inicio de Bajo la piel es un primer capítulo de dos páginas escasas que ya nos deja sobrecogidos y nos mete de lleno en la materia. Dos páginas que nos cuentan una carrera contrarreloj de una mujer para salvar su vida propia y la del bebé que, viaja en el asiento trasero. Una persecución en coche con un final estremecedor y que finaliza así «Y luego, todo terminó. Las vueltas, las chispas, el sonido, el dolor y la vida».

Pero la escritora de  Bajo la piel  mezcla los principios y los finales. Después del primer capítulo el segundo nos coloca en otro final, el de otra vida, y en el  encontramos a Marcela Pieldelobo en el entierro de su madre en el cementerio de Biescas, donde está su casa familiar y aún vive su hermano con su familia.

Ahora vuelve el pasado, en forma de un padre maltratador que reaparece tras la muerte de su madre,  pero Marcela tiene cosas más urgentes que atender, como el caso de un bebé abandonado en un aparcamiento solitario y un coche de alquiler siniestrado sin rastro del conductor, pero con manchas de sangre y huellas de rodadas.

Las pistas conducen a una conocida empresa propiedad de una de las más tradicionales e influyentes familias locales. Sus superiores deciden apartarla del caso… Pero Marcela, fiel a sus principios y a su instinto, insiste en ir más allá, aun a costa, ahora, de su seguridad personal y su propia vida.



Lo malo es que a veces, y ella lo sabe desde pequeña, no se puede impartir justicia con la ley en la mano. Por eso Marcela estará dispuesta a cargar con las consecuencias de saltarse la ley, pero a lo que no está dispuesta nunca es  a saltarse la justicia debida a la víctima.  Y esto a pesar de que  tenga que hacer cosas con las que ni siquiera ella está de acuerdo, aunque tenga que contravenir las normas y cargar con ello en su conciencia hasta el último momento, hasta las últimas consecuencias. Y esto tiene mucho que ver con su forma de ser y con el continuo desarrollo de la novela, y lo iréis viendo capítulo a capítulo en la lectura.

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