Isabel Prieto: «Me siento bienvenida nunca he sentido desprecio, siempre me han brindado una mano»
Llegó A Rúa hace cuatro años tras abandonar su Venezuela natal, acompañada de su hija. Cambió de país y de continente pero además pasó de vivir en una gran ciudad a hacerlo en un pueblo. También tuvo que dejar de trabajar y ponerse a estudiar. En definitiva, le tocó empezar «absolutamente de cero»
Hace cuatro años, Isabel Prieto llegó a Valdeorras desde el otro lado del charco. Tuvo que recorrer los 7.000 kilómetros que separan su Venezuela natal con A Rúa, su localidad de residencia. Un trayecto en el que venía acompañada de una niña pequeña, su hija Cristina.
Su marido se había instalado previamente, porque primero querían estar seguros de sí la nueva aventura merecía la pena. «Estuvo cinco meses aquí y desde el primer día me dijo vente que esto es maravilloso». Él ya trabajaba para la empresa de A Rúa «en remoto, desde Venezuela».
Pero, quería salir del país. Venezuela no era el lugar más idóneo para una niña. Así que le propuso a su jefe la posibilidad de emigrar. Algo que el dueño de la compañía vio con buenos ojos porque «aquí hay una carencia de profesionales, en informática, que puedan trabajar desde el pueblo». Y después de todo un año en proceso de emigración el sueño se hizo realidad.
Pero, no todo fue un camino de rosas porque volver a empezar no suele ser fácil. Y mucho menos si tienes que meter toda tu vida en una maleta y dejar atrás a tus seres queridos. «Yo tenía mi vida hecha en Venezuela. Y llegué aquí y tuve que empezar de cero, absolutamente de cero, porque no conocía a nadie. Poco a poco, con las mamás del colegio, en la parada del autobús, en el supermercado, en el gimnasio o en el bar fuimos haciendo nuevas amistades y construyendo un círculo de apoyo», afirmó.
No sólo tuvo que abandonar su país, sino que además cambió la ciudad por el pueblo y el trabajo por los estudios. Es ingeniera de petróleo. Pero, en Valdeorras no podía desempeñar su profesión, porque no hay petróleo. Es por eso que también se vio obligada a reconvertirse a nivel laboral. Lleva un año cursando el ciclo medio de sistemas microinformáticos y redes, que imparte el IES Cosme López. «Comenzar de cero es eso mirar las opciones que tienes», apostilló.
Su objetivo es poder trabajar aquí, en la comarca, porque es una zona en la que los informáticos tienen «mucho potencial en cuanto al empleo, porque hay mucha carencia de profesionales», y porque le gustaría criar y educar a su hija aquí, en un sitio pequeño. «Ella es ruense», dijo. «Tiene muy pocos recuerdos de Venezuela. Habla de su familia y dice que los extraña. Pero, está muy adaptada, sus amigos son de acá y para ella su hogar es nuestra casa de A Rúa», matizó.
Reconoce que vivir en un pueblo tiene ventajas e inconvenientes. Pero, para Isabel, ahora mismo, pesan más las ventajas. «En un pueblo tienes una sensación de seguridad diferente a la que puedes sentir en una gran ciudad. No tienes la necesidad de coger el coche —puedes ir andando porque tienes todo al alcance de mano—. Además, la crianza de los hijos es más fácil, están menos expuestos a los males de la sociedad actual, y es más fácil controlarlos», apostilló.
Señaló también que el nivel de vida en los sitios pequeños es mucho más económico que en las ciudades y que en los pueblos siempre hay quien te da un tomate o un pepino recién cogido de la huerta. «En las ciudades la comida no sabe cómo en los pueblos. Yo nunca he comido un tomate tan rico como los que he probado en A Rúa, su sabor es impresionante».
Ahora, cuatro años después, afirma con rotundidad y firmeza que se siente bien aquí. «Me siento bienvenida», que nunca ha sentido desprecio «ni xenofobia», sino todo lo contrario, «siempre me han brindado una mano». Asegura además que los gallegos, especialmente los valdeorreses, son «gente alegre y luchadora» y que siempre encuentran una buena excusa para «salir, compartir y celebrar», algo que reconoce le gusta mucho.
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