Así vivieron los jóvenes de la diócesis el Jubileo en Roma
Ni festival, ni excursión, ni viaje de fin de curso. Durante una semana, Roma fue algo más para un millón de jóvenes de todo el mundo. También para los diez de Valdeorras que participaron en el Jubileo convocado por el Papa León XIV. Dormían en el suelo, caminaban bajo el sol y compartían su día a día con desconocidos, pero volverían mañana mismo. Porque lo que han vivido, aseguran, no se puede explicar.
Para María Tagarro García-Tomassoni de 19 años, fue mucho más que una peregrinación. Esta joven de la diócesis de Astorga, integrante del equipo de pastoral juvenil, subió al altar de la plaza de San Pedro —el mismo desde el que habla el Papa— para dar su testimonio ante más de 30.000 jóvenes españoles. Fue el 1 de agosto, en el gran Encuentro de Españoles.
«Hablé del regalo de la vida. De mi familia católica, de cómo recibí la fe gracias a mis padres y mis abuelos… y también de una etapa difícil, cuando me sentí sola. No tenía cerca a otros jóvenes creyentes, y eso me hizo tambalearme», relata. Su historia tocó muchas fibras. «Después se me acercó mucha gente. Algunos lloraban, otros me escribieron diciendo que les había pasado lo mismo. Me di cuenta de que no era la única».
María viajó también como parte del equipo de organización, apoyando al delegado de pastoral juvenil de la diócesis de Astorga, Luis Fernández Olivares, y acompañando al resto del grupo. «No es lo mismo ir de peregrina que estar al servicio. Te sientes útil. Y eso también llena. Ya estoy pensando en la siguiente».
Fernández Olivares fue quien coordinó esta peregrinación. «En total fuimos 68 personas. De Valdeorras, diez. Y lo que hemos vivido ha superado todas las expectativas, tanto a nivel espiritual como humano». El Jubileo de los Jóvenes se celebró en Roma del 28 de julio al 3 de agosto, dentro del Año Santo convocado por el Papa León XIV. Estaban previstas entre 600.000 y 700.000 personas. Finalmente fueron un millón.
«Lo increíble fue el ambiente», recuerda Olivares. «Veías a unos bailando, a otros rezando en silencio… Y todos compartían una misma fe, aunque no hablaran el mismo idioma. Era imposible no emocionarse». Uno de los momentos más especiales se vivió en Tor Vergata, donde el grupo pudo ver al Papa a muy pocos metros. «Pasó hasta cuatro veces delante de nosotros. Le lanzaron una de nuestras banderas. Fue un momento inolvidable».
También vivieron con intensidad el paso por la Puerta Santa, algo que no siempre es fácil de lograr. «Nosotros llegamos a muy buena hora. Sin colas, sin agobios. Fue una bendición». Para el delegado, lo importante ahora es lo que los jóvenes se han traído de vuelta. «Muchos pensaban que estaban solos, que si hablaban de su fe serían rechazados. Allí han descubierto que no es así. No están solos. Lo que han vivido ahora lo llevan dentro».
En el camino también hubo tiempo para el recuerdo de María, una joven madrileña enferma que falleció en Roma tras cumplir su deseo de participar en el Jubileo. El Papa la citó en las celebraciones de los españoles y su historia emocionó a todos. De vuelta a casa, el grupo comparte experiencias, silencios, certezas. Y aunque el viaje haya terminado, como dice Olivares, «esto solo acaba de empezar».