Resignación y rabia en Chandrexa, Trives y Manzaneda: «No hay medios»

Resignación y rabia en Chandrexa, Trives y Manzaneda: «No hay medios»
El fuego obliga a desalojar a 25 mayores dependientes de la residencia de Chandresa de Queixa, mientras los vecinos de varios pueblos de las zonas más afectadas se sienten solos frente a las llamas

Eran las cuatro de la tarde del miércoles cuando la residencia de mayores de Chandrexa de Queixa recibió la orden de evacuar. El fuego avanzaba por dos frentes y uno de ellos se acercaba por detrás del edificio, que está pegado al monte. Desde la una, una avería en la línea de media tensión había dejado sin luz ni teléfono a la localidad y a pueblos de Trives y Manzaneda. El generador del centro podía garantizar electricidad unas horas más, pero la amenaza de quedar incomunicados en plena emergencia hizo imposible esperar.

Traslado de mayores dependientes de la Residencia de Chandrexa

Siguiendo las indicaciones de la Xunta, se decidió trasladar únicamente a los usuarios más dependientes y vulnerables en caso de evacuación de urgencia. En total, 25 personas fueron reubicadas en otros centros residenciales de la provincia, con el apoyo de cinco ambulancias del 112 con base en O Barco y casi una docena de vehículos de Cruz Roja. «Tenemos que evacuar a 25 personas en silla de ruedas. Van a la residencia San José de Rairo, en Ourense», explicaba Javier Manteiga, secretario provincial de la organización.

En un comunicado, el propio centro quiso «tranquilizar e informar» a familias y vecinos, asegurando que la situación se mantiene «controlada e estabilizada en relación a cuidados, personal, abastecemento e autosuficiencia energética» y que, por el momento, no es necesaria una evacuación mayor.

Mientras, en la localidad, los vecinos seguían con preocupación lo que ocurría, rodeados por distintas columnas de humo de los dos incendios activos en ese momento. En la parroquia de Requeixo, el fuego sigue activo desde el viernes y ha arrasado ya unas 4.500 hectáreas. A pocos kilómetros, en Parafita, otro frente iniciado el martes ha quemado más de 1.800, también en territorio de Manzaneda. Entre ambos suman más de 6.000 hectáreas calcinadas, dejando a su paso pueblos enteros sin luz y sin teléfono.

Cristina, propietaria del bar

En el centro del pueblo, Cristina había bajado la persiana de su bar-restaurante y de las habitaciones que alquila. Sin agua ni luz, abrir no era una opción. «La noche ha sido horrible, en vela toda la noche pendientes del fuego, hasta las cuatro de la mañana en el cruce, rodeados por varios focos y alerta para combatirlo con nuestros medios si llegaba a las casas», contaba. Recuerda también que el lunes otro foco se había acercado a la residencia y «aquí estábamos solos». Tiene preparadas dos mangueras para refrescar la zona por si llega el fuego, pero sin electricidad, el pozo no funciona. 

Su indignación crece al hablar de Cabeza de Manzaneda: «Anoche, aunque aquí también estábamos en peligro, nos avisaron para que quienes pudieran acudieran allí para echar una mano y recoger el ganado que estaba en peligro. No tenían medios, no tenían ayuda… Tuvieron que apagar el fuego con sus propias ropas», afirma con rabia. 

Partimos desde allí, con la imagen de ambulancias y vehículos de emergencias subiendo y bajando sin descanso por la carretera, en un ir y venir que recordaba a un frente de guerra. El humo lo cubría todo y a veces, incluso, hacía difícil cruzar la carretera, ya que la visibilidad era prácticamente nula.

Nos desviamos hacia Paradela de Abaixo. En la parte baja de la aldea, un grupo de vecinos y voluntarios aguarda, mirando hacia arriba. Allí, en la zona alta, el fuego devora casas y monte sin que nadie pueda detenerlo. Brais, uno de los voluntarios, nos explica que la noche anterior estuvieron ayudando en la zona de Trives, donde las llamas llegaron muy cerca de las viviendas. Hoy les han llamado para que vayan a Paradela. El objetivo es el mismo: que el fuego no alcance las casas.

Brais, voluntario que lucha contra el fuego en Paradela 

No hay nadie que les coordine o les indique cómo trabajar. Tampoco tienen nada en sus manos para frenar el avance de las llamas: «No hay medios, solo nosotros, los de aquí, jugándonos la vida», dice. No hay maquinaria pesada ni medios aéreos. Aquí prima el instinto de supervivencia y el sentido común: «En el monte hay que dejarlo arder porque no hay cómo pararlo… y si llega aquí, la orden es atajarlo en las fincas, que es donde se puede actuar para que no llegue a las casas, y si eso ocurre… escapar. Salir corriendo».

Mientras nos dirigimos a la estación de Manzaneda, el paisaje es desolador: olor penetrante a quemado, humo y negro por todas partes. Una vez en nuestro destino vemos a un gran grupo de efectivos de la UME preparados para trabajar. Son seis camiones y numerosos efectivos que estudian el terreno antes de partir. Junto a ellos, Elvira pasea a su perro. Para ella, la noche ha sido interminable. «Llegó un momento en que veía fuego por todas partes, no sabías dónde estaba el peligro».

Elvira

Ella fue una de las personas desalojadas de los apartamentos y bungalós –junto a los niños de un campamento– que hay en esa zona sobre las siete de la tarde del martes ante la llegada inminente de las llamas. De hecho, hoy puede verse que solo una franja de centímetros separa la zona quemada de las viviendas. Nos cuenta que primero les llevaron al campo de fútbol de la estación de montaña, pero al ver que tampoco era seguro, los trasladaron a la cafetería, una zona más protegida.

En otro de los pueblos más afectados encontramos a los vecinos reunidos, descansando tras una noche muy intensa y preparándose por si las llamas vuelven, aunque reconocen que queda poco ya por quemar. Uno de ellos calcula que el fuego ya ha arrasado más de 2.000 hectáreas del concello.

También se han sentido solos: «Ocho horas tirado en el monte, solo los vecinos del pueblo, rodeados de fuego». Consiguió salvar parte del ganado que pasta libre en esa zona, pero perdió una de las naves con animales y la comida que ya tenía almacenada para el invierno. Una ruina, resume, entre la indignación y la resignación por la falta de medios.

En total, la noche del martes al miércoles, tuvieron que abandonar sus casas 20 vecinos de Somoza (Pobra de Trives) y 3 de A Palela (Maceda). Durante la noche fueron evacuadas 17 personas en Pena Petada (Pobra de Trives) y se llegó a confinar a más de 500 en Medeiros, Flariz y A Salgueira (Monterrei). Todos han regresado ya a sus viviendas. En cada parada, la misma frase: no hay medios. La misma escena: vecinos acercándose a las llamas armados solo con palas, ropa y sus manos.