viernes. 19.04.2024
EMPRESA

«En CEDIE no eras propietario de nada, pero tenías de todo»

La demolición de las antiguas casas de CEDIE, en O Barco, ha

sido vista con tristeza por cientos de personas que pasaron allí sus mejores

años. Ahora es una nueva vida la que espera al suelo industrial.

«La etapa más feliz de mi vida». Esta es la frase en la que coinciden todas las personas que pasaron parte de su vida en la fábrica de CEDIE; en la Compañía Española de Industrias Electroquímicas, S.A. Personas unidas porque su reloj era una sirena, por saber cómo huele la mezcla de carburo con agua o por bautizar su bicicleta en la caldera del señor Manolo como recuerda Andrea Prada.

Ubicada a la salida de O Barco hacía A Rúa; fue en los años 40 cuando emergió una fábrica que incluso cambió su actividad mientras creaba una gran familia, que, décadas después, continua sintiéndose privilegiada de haber formado parte de aquella realidad.

Imagen antigua de CEDIE/ Fb: Gente de CEDIE

CEDIE se creó según el modelo de las colonias industriales europeas, fuera de las ciudades. Se trataba de una especie de barrios para los empleados de una fábrica, y se edificaban junto a la misma. Eran colonias construidas por iniciativa del empresario. El propietario vivía en una gran casa, los directivos ocupaban moradas amplias y los obreros tenían pequeños hogares. También tenían iglesias, tiendas y escuelas.

Infancia y adolescencia en el poblado de CEDIE

Exactamente así lo narra Lolo Gómez quien nació en O Barco pero se trasladó a una de las casas de CEDIE en 1963, con ocho años y allí permaneció hasta 1982. Según él mismo señala los años más florecientes de la fábrica tanto en número de trabajadores como en vida social.  «Mi infancia y juventud las pasé allí. Y debo mucho de lo que soy; de mis principios, valores y hasta lo que decidí estudiar en la Universidad, a esos años», detalla.

Lolo Gómez señala un grupo de viviendas de los trabajadores donde vivían sus tíos

Gómez recuerda que las casas de los obreros, cuyo coste así como el que se derivaba de la luz y el agua era mínimo, tenían huerto mientras que al otro lado del arroyo Mariñan, se ubicaban las casas de los técnicos. «También estaban las casas de los ingenieros, de los mandos más cualificados. Además había una casa específica para la dirección, que nosotros le llamábamos el hotel de dirección» recuerda.

Con cariño habla Lolo de sus años en CEDIE donde destaca que llego a haber más de 80 chavales; aunque pocos nacieron allí. «Gente que naciera allí, en mi época, solo hay cuatro o cinco. Uno es Sito del Veira Sil o Juliche quien emigró unos meses a Inglaterra y cuando volvió vino con una melena impresionante, que yo aún la tengo en la retina», recuerda el barquense a quien las anécdotas se le amontonan según desgrana las particularidades de su vida en esos años.

Lolo muestra la capilla y las antiguas escuelas

Subraya que nadie era propietario de nada, pero que la empresa aportaba todo. «Yo no tuve una bici de mi propiedad hasta que me fui y gane mi salario; pero siempre tenía a mi disposición bici. Igual que los balones o las equipaciones para el deporte», relata. Y es que en CEDIE había cancha de tenis, de fútbol e incluso piscina. «Eso marcó un hito porque fue la primera que hubo en Valdeorras», añade mientras recuerda también las fiestas de fin de año en las que actuaba un grupo de música en directo.

Cine, escuela, economato...

Incide Lolo en que «el poblado» contaba con todos los elementos necesarios para el desarrollo positivo de la infancia y la adolescencia. «Había economato, que era lo equivalente a un supermercado pero también escuela e incluso cine», relata añadiendo que disfrutaban una cámara de 16 mm con la que se podían ver películas los fines de semana. «La proyectaba un señor que aún vive. Y en verano se montaba una pantalla de árbol a árbol donde se proyectaba cine. Tengo recuerdos muy gratos de esos años; así me aficione yo al cine», destaca.

Demolición de las viviendas

Y es que CEDIE no era solo la fábrica sino también ese «poblado» al que llegaron personas de todas partes de España y en el que los vecinos creaban una familia que compartía sueños, problemas, anhelos y esperanzas. «Con el tiempo fui descubrieron que algunos de los trabajadores que vivían allí y no tenían vinculación con Galicia, eran represaliados del franquismo», narra Gómez quien recuerda a todos los vecinos de su época. «Tengo muchísimas anécdotas y recuerdo a todos los vecinos: los del Pinche, que emigraron todos; los del señor Slocker, los Acuña…». Destaca además los juegos al aire libre así como a los adultos sentados en las puertas de sus casas y compartiendo conversación, cuentos e incluso viandas. «Aunque eso desapareció con la llegada de la televisión».



Todas las personas que formaron parte de esta peculiar gran familia sufrieron un proceso de desapego al mudarse a otros lugares. «La primera vez que yo cerré la puerta con llave fue cuando me fui de CEDIE. Allí nunca se cerraba la puerta con llave para que pudiera entrar cualquier vecino», puntualiza. Y es que la gran familia se formaba por lazos de afinidad, de solidaridad pero también por lazos familiares. «Mi abuelo, mi padre, un hermano, varios tíos y primos trabajaron en CEDIE», destaca Lolo quien afirma que el recinto les ofrecía todo aquello que necesitaban. «Decíamos: Vamos al Barco, y, ya ves, estábamos en el mismo municipio» asegura detallando que solo acudían a O Barco cada 15 días.  

Imagen antigua de CEDIE/ Fb: Gente de CEDIE. Andrea Prada Marcos

Naturaleza y conservación

Lamenta que se haya producido el derribo de las casas y no haya ocurrido como con otros poblados situados en Petín, Manzaneda o Prada donde las casas fueron adquiridas por los trabajadores a precios económicos. «Si me gustaría que se conservaran los plataneros, que la gente no lo sabe, pero son únicos en la provincia, porque no están enfermos con los del Malecón», solicita Gómez quien reivindica que el concello de O Barco, a través de la figura de Protección de los espacio naturales de interés local, los preserve.

Y es que la zona donde se ubicaban las casas resultaba muy rica en flora y fauna. Gómez recuerda como encontró un Desmán de los Pirineos que después se extinguió en la zona. «El arroyo del Mariñan tenía muchas truchas y una vez; El Tin, el hijo del Pinche intento cazar una trucha muy grande tras coger la escopeta al padre», recuerda.

En la chimenea de la antigua fábrica anidan ahora las cigüeñas

Gente de CEDIE

Miles de recuerdos que se agolpan en su cabeza destacando que parte de lo que hoy él es, es gracias a esos años. El mismo sentimiento que tienen otras personas que O Barco que les llevo a crear la página de Facebook Gente de CEDIE, de la que Andrea Prada Marcos es administradora junto con Lucía García y Alberto Rodríguez. Actualmente el grupo cuenta con 322 miembros y han colgado ya 1 421 fotos. «Quien quiera sube fotos de los años que allí vivimos», recuerda Andrea quien hasta los 14 años vivió allí y describe esta página como un punto de reunión para todos los que allí pasaron «los mejores años de su vida».

«Yo viví en una de las casas del poblado, es la época más feliz de mi vida. Era diferente, convivíamos los trabajadores y los directivos y no había diferencias. Usábamos la piscina, la cancha de tenis…era una mini población», destaca mientras asegura que tanto su abuelo como su padre y su hermano trabajaron en CEDIE. «Estaban disponibles si había alguna avería; pero éramos una familia que cuidábamos los unos de los otros», detalla.  

Imagen antigua de CEDIE/ Fb: Gente de CEDIE. Andrea Prada Marcos. La imagen, tomada en la zona de Xagoaza, fue regalada por la empresa cuando falleció su abuelo.

Desde el año 1953 hasta ser encargado de los hornos

Pero no solo la visión nostálgica de los hijos de trabajadores es la que percibía esa alegría; también la de los propios trabajadores como Cristóbal Ruiz Leivas quien comenzó a trabajar allí en el año 1953 y lo hizo durante más de 40 años.

Cristóbal pasó por diversos puestos; hasta ser encargado de los hornos y es que no hay que olvidar que la empresa nació con el objetivo de fabricar gasolina sintética, «era más cara que el oro», recuerda Ruiz Leivas. Por esa razón, la dirección optó por la elaboración de carburo de calcio con el que obtener acetileno a partir de caliza.

Imagen de CEDIE año 2018

«Cuando entré, CEDIE pagaba menos que otras industrias pero según ponías allí los pies eras dado de alta en la Seguridad Social. En otras empresas no pagaban seguros a los obreros, muchos cuando se querían retirar tenían que trabajar en CEDIE para tener derecho a pensión», especifica el trabajador quien señala que fueron años duros, de mucho trabajo pero también de grandes alegrías.

Tras el cierre de polimerización, Cristóbal paso a la zona de envasado y de allí a la grúa, «pasé por diferentes puestos; estuve cubriendo bajas hasta que llegué a control donde hubo un concurso tras la adquisición de una nueva máquina (la cual impedía que los trabajadores cogieran el carburo con las manos), así llegue a jefe de turno y después a encargado», relata Cristóbal quien admite que se alegra de haber pertenecido a la familia de CEDIE. «Tengo muchas alegrías y las fotografías de aquellos años me avivan el recuerdo de los buenos ratos», admite.

Casa de Cedie en 2016

Subraya la idea de familia que, certifica, se fortalecía a través de las excursiones que se organizaban a distintos lugares de Galicia: «También con el economato, la piscina, la cantina…creábamos familia y mis mejores recuerdos», concluye Ruiz Leivas quien asegura que ver una industria floreciente en la zona sería su mejor sueño. «O Barco sin industria se muere y una industria, aunque pequeña, necesita otras auxiliares y eso es lo que el pueblo de Valdeorras merece», concluye.

Imagen de la tala de arboles. Año 2018

«En CEDIE no eras propietario de nada, pero tenías de todo»